jueves, 5 de agosto de 2010

MAMAS & PAPAS, PREFERIDOS DESDE QUE SE LES CONOCIO


LA MUSICA DE LA GENERACION CLANDESTINA
Por Andrés Pascual

Al comienzo era con los discos de los Camisas Negras, de Luis Bravo, de Elvis o con aquellos Big Fifteen (Las 15 Grandes) de Paul Anka que, para mí, fueron el antecedente de la balada posterior y, todavía hoy son, más que agradables, buena música POP… ¿Acaso no ha escuchado “Put your head on my shoulder”? o, ¿Qué tal “You are my destiny”?

Después una muchacha llamada María Elena, de Regla, cuyo padre tenía un puesto en Comercio Exterior creo, regreso de Inglaterra, donde vivió 2 años, con más de 10 discos de 45 revoluciones de The Beatles; en buen español, “se acabo el mundo”.

Nuestra compañera de estudios preuniversitarios vivía en el reparto La Sierra, en 44 casi esquina a 27, muy cerca de la casa de la madre de Benny Moré, que vivía entre 29 y 27. Allí había que asistir en sesión nocturna o dominical diurna a escuchar los discos ingleses; porque María E. era hija de “un pincho” y eso de prohibirle la música enemiga y diversionista a los hijos de los “mayimbes” era “tabú”: en esa casona estábamos seguros, sin riesgo y sin necesidad de salir huyendo y el carro de la policía del sector detrás que, si te atrapaba, ibas directo a la primera estación y el pelado a la fuerza y el pantalón roto con cuchilla o tijera no te lo quitaba de arriba nadie.

Tres de nosotros manteníamos una moral ambivalente: Felo, Tony el rubio y yo éramos fieles de la música cubana también, de los bailables con las Estrellas de Chocolate (el verdadero, Félix Bencomo, que tocaba bongoes), de Chappotín, de Raúl Planas, de El Pacha, de Aragón y lo mismo estábamos en unos 15 en el Salón Rosado preparados por la gorda esposa de Dorticós a la hija de otro dirigente que estudiaba con nosotros, que el domingo por la tarde en la Quintica de San Antonio de los Baños “casineando” en el mano a mano Neno-Estilistas del Cha, que en la playa de Marianao…

Después, los domingos eran en la matiné de El Elegante del Riviera; a pesar de la situación, del hambre, de la escasez, de la represión y el crimen, fueron años inexplicablemente recordados con nostalgia; a fin de cuentas, eran parte de la Sicodelia que, en Cuba, fue incompleta y solo vivida por los que estábamos en La Habana en concepto absolutamente “underground”.

Un peligro de alto riesgo era participar en un concierto clandestino de los grupos de Rock and Roll habaneros, tan buenos que nunca se sabrá cuánto, por lo que, para mí, mejores algunos que Los Mustangs, Los Ángeles y algún que otro mas como los Johnny Jets: Los Gnomos, los Kents, Almas Vertiginosas…incluso uno que vi una vez en La Víbora cuyo repertorio era variado a base de inglés con números como “You relly got me now”, de The Kinks; o “Tu me dijiste adiós”, de Los Brincos, que fueron grabados para un documental en la ex RDA, Los Pacíficos.

Robertico, cuyo padre también “mayimbe” pertenecía al servicio de Relaciones Exteriores, fue una fuente notable de abastecimiento musical: cada salida y entrada del papa le reportaba 15 pulloveres, 10 o 12 pantalones con 6 o 7 camisas y 6 o 7 pares de zapatos; los discos le entraban por tubería…

Con este compañero de estudios conocimos a The Rolling Stones, a Freddy and The Dreamers, a Jerry and the Peacemakers, a The Zombies, a Paul Jones and The Manfred Mann y hablo de 1964, 65…

Porque comenzábamos a perfilarnos una manera lineal de ver el mundo, muy particular, y por el desconocimiento del inglés, no escogíamos la música por el contenido lírico; sino por lo rítmico o lo romántico según fuera; eso de escuchar la música juvenil, como se veía en las películas europeas, con un grupo de jóvenes “arrebatados” por mariguana o LSD y un libro de filosofía en la mano y discutiendo en poses “snobistas” afrancesadas no era posible: en Cuba no se discutía después de la lectura, porque no se leía y menos de filosofía “burguesa” y la música de Bob Dylan o Cat Stevens, como ocurrió aquí con la viciosa y enfermiza necesidad de negar y combatir el orden social establecido, no era de gusto mayoritario. Teníamos nuestros propios problemas mucho más grandes que discutir la razón por la que Estados Unidos estaba en Viet Nam; ahora, si sabíamos bien que Che Guevara, Castro y compañía eran malos…peores que los atacados por la juventud occidental a la que no le prohibían las películas de Tarzán, ni presenciar un concierto de The Who por televisión, ni los libros de Severo Sarduy o Jorge Luis Borges.

Sin embargo, esa música de trovadores “rebeldes” americanos que protestaron contra todo lo que los hacía diferentes del mundo comunista, dio al traste con el hippismo y un movimiento en nada progresista; sino decadente, que escapó del control de la sociedad y se proyecto con fuerza en la actividad política invasiva de ciertas universidades en las cuales se cosecha en mayoría el político de la peligrosa izquierda americana y europea desde 1969, el año de Woodstock; o, quizás, desde los festivales de Monterey en 1967 y 68, antecedentes al fin y al cabo del épico y legendario de la finca neoyorquina que elevo a la categoría de leyendas a Janis Joplin, a Santana o a Jimmy Hendrixx.

Para nosotros música no era música; sino buena o mala: la buena, en ingles; la mala, en cualquier otro idioma. Lo máximo, The Troggs, The Cream, Steppenwolf, The Hollies, The Outsiders, Jethro Tull o Tree Dogs Night.

Y las canciones, todas las que Wolfman Jack ponía en aquel increíble Rock Concert de K.A.A.Y desde Alabama o la WQAM desde Miami, entre otras.

Era la época en que un Magazine 16, o una revista FAN o Blanco y Negro valían más para la juventud cubana que una lotería de 2 millones.

Hoy las cosas han cambiado en Cuba, aparentemente aquella censura no existe, porque hasta Air Supply ha cantado en el Malecón; así como varios grupos de los 60’s, 70’s y 80’s que nunca hubieran ido allá en su mejor momento; no sólo porque no los hubieran llevado; sino porque, una de las cosas que identifico a Castro siempre fue que, para actuarle, tenía que ser gratis.

Sin rating, sin público internacional, sin disqueras de prestigio, estos viejos y cansados músicos como Jay Black, ex contador de John Gotti y cantante de Jay and The Americans; asi como el legendario Procol Harum, renacen cuando una multitud inimaginable ni para ellos ni para nadie fuera de Cuba los aplaude y corea como en 1966, al son de Whiter Shade of Pale o de This Magic Moment.

Son retazos de una guerra que, para los que sufrimos la más absurda y cruel represión juvenil, todavía no logramos que la razón ocupe su lugar ni poner en orden ciertos detalles contradictorios.

La mayoría de nosotros, como un lastre inútil, arrastramos el odio más grande contra quien nos saco de nuestra generación y contra todo lo que lo represente; quienes, en vez de dejarnos ver a Tom Jones por televisión, nos puso a analizar a través de ridículos e inoperantes plenos estudiantiles “las causas por las que el comunismo era un estado superior al capitalismo”; algo que, como todo lo que se nos replanteo, estaba enmarcado en la más monumental mentira jamás fabricada y…sin chistar.

Miami, FL., USA
08/05/2010

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