domingo, 29 de noviembre de 2009

¿DEBE UN PERIODISTA REVELAR SIEMPRE SUS FUENTES?


Es muy penoso lo que le sucedió a Judith Miller, la reportera más célebre del diario más influyente del planeta, The New York Times. Esta afamada periodista se negó a revelar las fuentes de información, lo que provocó que fuera a parar a la cárcel y pusiera en tela de juicio su credibilidad como un ícono del periodismo moderno estadounidense.
Supuestamente dos altos funcionarios de la Casa Blanca filtraron información confidencial a varios periodistas del país, los cuales descubrieron la existencia de trasvases de armas de destrucción masiva a grupos terroristas. Hasta el mismísimo jefe de gabinete del ex presidente norteamericano, George W. Bush, estuvo envuelto en este escándalo, el señor Karl Rove.
Gracias al trabajo de la prensa y de fuentes anónimas es que se ha podido esclarecer este bochornoso suceso, el cual pudo haber puesto en peligro la seguridad nacional de nuestro territorio. La información que brindó la Casa Blanca fue muy escasa. Cabe destacar también la cooperación del reportero de la revista Time, Matt Cooper, quien accedió a declarar ante el jurado encargado del caso para de esta forma hacer pública su fuente y evitar ir a prisión por desobediencia.
Este desagradable hecho marcó un hito en la historia en la libertad de prensa de este país, donde periodistas/reporteros como Judith Miller se aprovecharon de las libertades que le concede la constitución de Los Estados Unidos de América. Según el procurador encargado de esclarecer este caso, estos periodistas abusaron de los privilegios que tenían olvidándose de sus obligaciones para con sus fuentes.
Históricamente las cortes norteamericanas han protegido el privilegio de los periodistas de mantener confidenciales las identidades de sus fuentes, pero éste fue un caso muy diferente, donde no sólo se ponía en riesgo la seguridad de la nación, sino también la credibilidad y veracidad del periodismo contemporáneo estadounidense.
El periodista tiene la obligación ética y moral de revelar sus fuentes siempre y cuando esté en juego la seguridad nacional de un país, ya sea cuando se desplacen las tropas en tiempos de guerras, o por cuestiones políticas o partidistas. Esta actitud negativa de la señora Miller le hizo un gran daño a su carrera profesional.
Al parecer toda esta desagradable situación fue una venganza en contra del ex embajador Robert Wilson, quien puso en duda la justificación de Bush para invadir a Irak acusando a la Casa Blanca de haber manipulado las informaciones disponibles sobre el arsenal iraquí para justificar la guerra. Wilson resultó ser el esposo de la agente secreta de la CIA en cuestión, la señora Valerie Plame. Descubrir a su esposa como agente de la CIA habría sido una represalia de Bush por sus acusaciones.
Escándalos de este tipo lo que hacen es afectar la credibilidad y veracidad de los medios de información. Si hechos como éstos suceden a tan alto nivel, ¿qué dejaremos para el resto de la sociedad en la que vivimos? El periodismo debe ser claro y puro, y no debemos permitir que casos oscuros como éste empañen la imagen de una carrera tan linda como ésta. Como periodistas, tenemos un alto compromiso con la audiencia, la cual requiere que seamos mejores cada día. De ahí depende la credibilidad que tendremos.