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Los cubanos tenemos por costumbre lanzar cubos de agua a la calle cada vez que comienza un nuevo año. Esta vieja tradición ha sido practicada en Cuba por varias generaciones. Supuestamente con esta agua que botamos debe irse todo lo malo y, de esta manera, dejar la casa lista para que vengan las cosas buenas. Al día siguiente da la impresión de que ha llovido la noche entera.
El pasado primero de enero la revolución castro-comunista cumplió 51 años, y muchas de las personas que arrojaron estos cubos de agua tenían una sola cosa en sus mentes: la libertad de nuestra querida patria. En la lista de deseos de Año Nuevo, una de las prioridades de cada uno ellos fue la inmediata eliminación de los dos principales causantes de la desgracia de Cuba: Fidel y Raúl Castro.
Ojalá en este año que acaba de comenzar podamos ver cambios positivos en la isla y, que ese mal que ha azotado a nuestro país por más de cinco décadas, termine de una vez y por todas. Tanto los cubanos que viven en Cuba, como los que hemos sido obligados a vivir en el exilio, estamos sedientos de libertad y democracia, las cuales nos fueron arrebatadas en 1959.
Según un viejo refrán, “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”, pero para nosotros los cubanos estos 51 años de comunismo han parecido una eternidad. Yo espero que con todos estos cubos de agua que lanzamos a la calle, también se vayan los dos tiranos responsables de tantas muertes, desapariciones, separación de familias, fusilamientos, torturas, etc. Ellos son los únicos culpables de la desgracia que ha tenido que sufrir el pueblo de Cuba.
Juan Carlos León
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