martes, 6 de julio de 2010

HOLANDA EN LA FINAL SIN HACER MUCHO RUIDO


LA NARANJA MECANICA DE VUELTA EN UNA FINAL
Por LUIS F. SANCHEZ
lfsanchez@elnuevoherald.com

CIUDAD DEL CABO, Sudáfrica -- JOHANESBURGO- Llegaron sin hacer mucho ruido, pero ya es imposible ignorar el estruendo de Holanda.

Podrán decir que gana sin color y sin calor, que no convence del todo, pero esta versión moderna de La Naranja Mecánica está de vuelta en una final de la Copa del Mundo y tiene todas las credenciales para aspirar al título con cualquier rival.

Los goles de Wesley Sneijder y de Arjen Robben en un lapso de tres minutos le dieron el martes a Holanda una victoria 3-2 sobre Uruguay y el pase a su primera final de una Copa Mundial desde 1978.

Para Sudamérica, por el contrario, todo acabó.

"Esto es muy especial: después de 32 años en una final'', afirmó eufórico el técnico holandés, Bert van Marwijk. "Un país tan chico. Estamos muy orgullosos de esto, pero no hemos terminado, queremos el premio grande''.

Uruguay jugará por el tercer puesto con el perdedor de España-Alemania.

Giovanni van Bronckhorst había abierto la cuenta a los 18 minutos con un fortísimo remate cruzado desde casi 30 metros que se clavó en un ángulo alto y burló al arquero Fernando Muslera, pero Diego Forlán logaró la igualada a los 41 con otro disparo desde fuera del área.

Sin embargo, los holandeses aprovecharon un parpadeo uruguayo, cuando Sneijder anotó su quinto gol del torneo a los 70, y Robben marcó el tercero tres minutos después, de cabeza.

Fieles a su famosa "garra'', los uruguayos salieron como fieras heridas y Maximiliano Pereira anotó el segundo de los sudamericanos a los 92, pero al final prevalecieron los europeos.

Y ahora una Holanda crecida, que ha ganado sus seis partidos en Sudáfrica 2010 y desconoce la derrota en 25 encuentros consecutivos, esperará pacientemente a su rival para el choque decisivo del domingo.

Será su tercera final en un Mundial, donde no le ha ido bien, pues en las dos previas citas perdió contra Alemania en 1974, y Argentina en 1978.

"Esto nunca se olvidará, porque la pelea fue extremadamente dura'', indicó Sneijder. ‘‘Uruguay fue un rival muy digno que nos dio guerra hasta el final. Pero ahora estamos muy cerca del primer título''.

Con la eliminación de Uruguay se esfumaron las esperanzas sudamericanas en una Copa del Mundo en la que la región había logrado la hazaña de colocar seis equipos en octavos de final.

Los jugadores de Oscar Tábarez lucharon hasta el último aliento para lograr un milagro similar al de cuartos contra Ghana, cuando Luis Suárez impidió en el último minuto de la prórroga un gol adverso con una mano providencial y Asamoah Gyan erró el potencial penal del triunfo.

Pero esta vez Suárez no estaba, suspendido por su acción salvadora, ni tampoco el incansable capitán Diego Lugano, ni el batallador Fucile. Uruguayo llegó disminuido en personal a este choque, aunque no en corazón ni entrega.

Al final, el enorme esfuerzo ante Ghana pareció pasar factura, porque hasta Forlán jugó lesionado. Tras el partido, Tabárez reveló que Forlán padecía de una dolencia desde antes del comienzo del choque. El delantero confirmó que la molestia era en el cuádriceps.

En la segunda mitad, a los 84 minutos, al técnico no le quedó otra opción que sacar a su mejor hombre.

"El médico me dijo que podía continuar, pero tenía una dolencia y en determinado momento del partido tomamos la decisión de probar con otro hombre más fresco en los finales'', explicó Tabárez. "No fue nada grave, pero no se le veía, sobre todo al final, estar al ciento por ciento de sus condiciones''.

Incluso, sin Forlán, Uruguay jamás se rindió y el gol de Pereira pareció abrir la puerta a la posibilidad de un milagro, pero Holanda cerró filas y se aseguró la posibilidad de disputar el título mundial el próximo domingo.

Uruguay, por su parte, se va con la frente en alto en busca de un más que meritorio tercer puesto, una batalla en la que contará de vuelta con Suárez y tal vez con Lugano. Pase lo que pase, los charrúas se irán de Sudáfrica con el premio invisible que ganan aquellos que jamás entregan su bandera.