jueves, 22 de julio de 2010

JOSE DE ESPRONCEDA, POETA ESPAÑOL DEL SIGLO XIX


BUSQUEDA Y ANALISIS: EL “LETRADO” Y ESPRONCEDA
Por Andrés Pascual

Tal vez el tirano “sin bandera” comience a hacerse llamar doctor; porque a su nueva función de “ensayista sobre literatura” no la viste de largo la definición de “comandante”; aunque si ha dejado claro que él no es preceptista ni filólogo, sino político.

Antes, en Cuba, a un abogado le decían “letrado”, que es más cercano el termino a “letras”, definitorio del gran arte literario que a la profesión de la jurisprudencia heredada del clasicismo latino.

Eduardo Robreno era un vulgar abogaducho guataca, descendiente de una de las familias de más rancio abolengo artístico cubano de siempre; en cuyo ámbito brilló el maestro Carlos; pero el “oledor de alpargatas de Castro” ni brillo ni trascendió; no obstante, tuvo su imaginario momento de éxito vía un programa de revisión y un librito lleno de sandeces y mentiras o, cuando menos tergiversaciones, del rico anecdotario nacional de una época cuando todo en Cuba era realmente, y valga la redundancia, “rico”.

Al panfletico, colección Huracán en papel casi higiénico y tapa-portada de cartón de bodega, Eduardo lo titulo “Como me lo contaron, te lo cuento”, para que el lector confundido le eximiera de responsabilidad ante las evidentes “meteduras de pata” que cometió: “la culpa no es mía, si no del cuentero” que no es precisamente él.

Hace poco Fidel Castro le envió un articulo a Randy Alonso sobre nuevas consideraciones de su propia cosecha en cuanto a la significación de “la filibustería”, derivada de la lectura reciente que hiciera, dice, de “la Canción del Pirata” del poeta del Romanticismo español José de Espronceda.

El exergo del título del comentario, que ni a articulo llega, dirigido a un personaje que no ha de conocer la diferencia entre géneros literarios; por tanto, entre ensayo y artículo, es “Te lo cuento para que lo cuentes”, bonito robo de intención de aquella bazofia escrita por Robreno hace más de 30 años; el hecho de la similitud de un subtítulo con otro no despenaliza a Castro del delito de haber hecho otra bazofia y un sonado hazmerreír; sin embargo, entre uno y otro hay diferencias conceptuales: Robreno se escuda en el “me lo contaron” para evadir, desde una torre de marfil bien identificada en la pradera del oportunismo político, el juicio final del lector avezado si es que, como los tiene, existen errores inaceptables y mentira extemporales…

Castro no, este emulo de José A. Portuondo y Roberto Fernández Retamar exige que se cuente lo que desde su posición omnipotente hay que aceptar como dice; o sea, como es: “te lo digo no para que lo engavetes; si no para que lo riegues…” ¡Qué manera tan exacta y ridícula de barrer el piso con todo y con todos!

Entonces el tirano le propone a su Lazarillo de Tormes para que, en función de voceador de la Corte, distribuya por los vericuetos de Cubadebate una nueva concepción de la significación de la piratería de acuerdo a “normas de conducta y pensamiento loables”; a pesar de la violencia, única arista tomada en cuenta a la hora de calificar a los criminales ladrones del mar con patente de corso o sin este.

Sin darse cuenta, Castro se convirtió no sólo en el apologeta del corso y la piratería, sino de aquella película de cuando Hollywood vivió su era de glamour y real importancia para el cine cuyos héroes eran reflejo de condiciones exageradamente edulcoradas a través de la interpretación de personajes de la piratería con actores como Tyrone Power, Errol Flynn o Clark Gable: El Cisne Negro, El Capitán Blood…

José de Espronceda nació el mismo ano de la invasión napoleónica a España, 1808, ese fue el año del inicio de la Guerra de Independencia contra la Francia imperial. Murió joven, a los 34 años; pero dejó una obra importante en el Romanticismo español contenida en poesía épica, en poesía lirica y en obra dramática.

Por su estilo en el canon romántico lo identifica el recurso del verso político, juvenil, encendido a través de la poesía liberal-patriótica.

La Canción del Pirata, que pertenece a la épica de Espronceda y es el modelo de Castro en su actitud revisionista de conceptos que están bien definidos y analizados por los mas grandes indagadores literarios de España desde Menéndez Pidal hasta Marcelino Menéndez y Pelayo o José Ortega y Gasset, es una de las obras cumbres de la literatura española…

También de José de Espronceda son estos versos:

No soy yo del castellano
La sumisa enamorada
Soy la cautiva cansada
Ya de dejarse oprimir
Ni quien ilustre cautivo
Estas doradas cadenas
Que de encanto no están llenas,
Y al cabo cadenas son


Tomado del poema La Cautiva, referido a la mora Zoraida, de Espronceda, ejemplo magnifico de la lírica española del romanticismo del XIX, a partir del concepto de que “lírica es la expresión del sentimiento”.

Castro ni ha hecho por tratar lo lírico; porque no puede, escasea de la sensibilidad necesaria, por eso escogió lo que creyó que era un argumento bélico como contrapartida a sus estúpidos arreglos y devaneos actuales, todo relacionado con la concepción única del pirata: violencia, saqueo y muerte.

Y, que lo publiquen y lo lean “que es como el dice”; aunque sea una canallada o una estupidez meridiana o lo que realmente es: ambas cosas combinadas.

Miami, FL., USA
07/22/2010

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