jueves, 10 de marzo de 2011

COMO LEONARDO CARDENAS NO HA NACIDO OTRO EN CUBA DESDE 1962


EL TIEMPO Y LOS HIJOS DEL CASTRISMO EN EL BEISBOL
Por Andrés Pascual

Cuando un cubano de la Isla se refiere al tiempo histórico en el beisbol, por lo general solo menciona como “lo mejor de todos los tiempos” a los jugadores de Series Nacionales y, no conocer el pasado no es justificación, porque lo adecuado seria decir: “lo mejor de las Series Nacionales que jugaron en Cuba” ya que más de 80 jugadores hicieron sus carreras profesionales desde antes de 1959 hasta el retiro de Tani Pérez en 1986; pero, estos individuos padecen de un triunfalismo prefabricado que los ciega y defienden aquella pelota con tal desenfrenada equivocación, que se hacen rehenes de su propio ridículo.

El público cubano de hoy pisotea a la pelota profesional a través de “sus estrellas”, como Germán Mesa, en perjuicio de más de 5 shortstops de la Cuba de ayer; sabiéndose que allá se juega bajo condiciones de “arreglos” y con total y absoluta vagancia por las razones conocidas. Todo el mundo sabe que en esa pelota nadie corre con ganas de home a primera, salvo algunos que se cuentan con los dedos de una mano. Entonces, por regla general, ningún torpedero castrista jugó ni juega presionado por el tiro a primera, y yo ví esa pelota en el período 1962-1989; según me han contado, la de los noventas y, la de ahora, es mucho peor, con más de 30 promedios de .400 en 15 años. Así que, por ahí, empiece.

Germán Mesa tenía buen brazo, nada más que bueno, no el de Willy Miranda ni el de Leo Cárdenas ni el de Valdivieso o Humberto. Fildeaba más para la segunda base, por eso siempre se cargaba hacia el hueco y necesitaba correr mucho y atropellar rollings cercanos a la intermedia, haciendo de la rutina una espectacularidad.

No se colocaba como los profesionales, de acuerdo hacia donde conectaba el bateador; o de acuerdo a la zona en que le lanzaban, luego no era capaz de “adivinar” lo posible. Pero era rápido, eso sí y no soltaba la bola que caía en su guante, aquí hubiera bateado muy poco, porque, en Cuba, a pesar de que aprovechó el aluminio y la decadencia total del pitcheo, no fue nada del otro mundo y de baja estatura y poco peso. Mesa ha sido un punto comparativo del triunfalismo castrocomunista prefabricado. Pero, para buscarlos mejores, no hay que referirse a Ossie Smith quien, como él, tampoco tenía ni el brazo de Willy Miranda ni su puntería en el disparo a primera.

A Leonardo Cárdenas se le consideraba el principal prospecto del cuadro cubano en 1960; como shortstop era increíble hacia todos lados y su brazo era un mortero; bateaba más que Omar Linares, porque dio 20 y 18 jonrones jugando en las Grandes Ligas de una época en que el pitcheo era tan bueno que, Tony Conigliaro, resultó champion en jonrones, en 1965, con 32. Estuvo 16 campañas en las Mayores y, por la forma simple como se movía, por su seguridad casi de sistema, le apodaron Mr. Automatic; fue uno de los mejores torpederos defensivos de su era y, para colmo de males de una comparación con alguien que no jugara aquí, era un bateador autorizado, con poder increíble para su tamaño, lo que demostró en Cuba con el Cienfuegos y los Sugar Kings.

Zoilo Versalles fue un pelotero completo; no por gusto resultó MVP el año 1965, cuando Minnessota ganó la Liga Americana y Tony Oliva fue champion bate por segunda vez consecutiva. Versalles se convirtió en un espectáculo al que privó de continuar, con rango estelar, la traidora lesión. Un fildeador de range y un bateador extraordinario, con poder, del que casi ningún cubano se quiere acordar tampoco, pese a que jugó en Cuba con el Marianao.

Del béisbol pionero cubano pocos saben allá, por lo que jugadores que fueron considerados maravillas del shortstop, tales Joe Olivares y Pelayo Chacón, no cuentan; ni Luis “Anguila” Bustamante, durante la década de los 10’s, observado en el terreno por todos los dueños de las Grandes Ligas de la época y, en aquel momento, catalogado como el torpedero más fildeador del béisbol, en cualquier nivel. Rafael “El Viboreño” Quintana estaba preparado para convertirse en el shortstop de los Yanquis, durante los años 20’s, cuando un pelotazo en la cabeza le mermó las facultades, era un superfildeador, quizás tan bueno como Maranville y Joe Sewell.

Riverito, que no podía jugar por su pobre bateo, concluyó su carrera en Cuba condenado a la frialdad del banco en esporádicas sustituciones de Willy o de Humberto Fernández con el Almendares; posiblemente no le envidiaba nada a nadie defensivamente.

Jackie Hernández, otro bateador débil, es Héroe de Serie Mundial por un fildeo increíble en el último juego del Clásico de Octubre de 1971, defendiendo a los Piratas de Pittsburg.

Lo que se pretende es que estos “nuevos sabios cubanos de la pelota”, con el nocivo polvo del castrismo tan impregnado que ni con FAB lo pueden remover, acaben de entender que, en Cuba, antes de 1962, el beisbol era muy superior al castrocomunista, por lo que, a la hora de señalar “magos” o “maravillas”, revisen con seriedad un pasado que, da por resultado, es el único glorioso y conocido de la historia del pasatiempo y, sus exponentes, los únicos “monstruos”, ahora sí y con autoridad DE TODOS LOS TIEMPOS EN CUBA.

Miami, FL., USA
03/10/2011

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