domingo, 16 de enero de 2011

STELLA Y BABE DIDRECKSON DURANTE LAS ELIMINATORIAS PARA BERLIN, ALEMANIA, 1936


STELLA WALSH, CASO INSOLITO DEL DEPORTE OLIMPICO
Por Andrés Pascual

La norteamericana Marion Jones fue a dar a la cárcel y debió devolver sus medallas olímpicas por mentirle a un jurado federal. La gacela destronada y destruida por perjurio se construyó, con la ayuda de la firma BALCO, un cuerpo capaz de envidiarlo hasta un hombre.

En las Olimpíadas de 1988, la bella norteamericana Florence Griffith Joyner corrió tanto o más en el hectómetro que muchos hombres del mundo al parar los relojes en 10.54. Su cuerpo musculoso puso en duda su velocidad en la pista de forma natural y, hasta su muerte en 1998, se sospechó de ella como usuaria de esteroides.

Usted las ve en el court o en las pistas del atletismo moderno, de modo general llaman poco la atención, porque ya es normal la proliferación de estas especímenes de biotipo exagerado, de exceso de musculatura y apariencia hombruna…son las atletas de hoy, con marcas personales que muchos varones no pueden colocar en su palmarés.

Cuando dije que estas mujeres llaman poco la atención no es porque no la llamen realmente; sino que se ha hecho un hábito ver en la competencia, en mayoría, a estas atletas que parecen más un hombre que una mujer.

¿Cómo se logra este tipo de atleta? ¿Qué sustancia ajena a la naturaleza humana exagera esa masa muscular y produce más fuerza, más resistencia y una capacidad de reacción superior?

Por lo que sea: por la alimentación, por los patrones supermodernos de entrenamiento son, más que fantásticas, casi artificiales como deportistas de un mundo en el que, muchas veces, la carne que se come o la leche que se toma no son ni carne ni leche.

Pero el atletismo femenino anterior a la Griffith y a Marion Jones; incluso anterior a Wilma Rudolph y durante la era Babe Didrickson, fue ensombrecido por realidades más que por dudas razonables…fue una época en que la manipulación del rendimiento atlético no estaba al alcance de la mano; ni, mucho menos, un escándalo como el de BALCO ponía nubes negras en el firmamento deportivo…

Stanislawa Walassiewiczwna era una niña cuando emigró hacia Estados Unidos, desde su natal Polonia, en compañía de sus padres. La familia se estableció en Cleveland, Ohio. Para estar acorde con las reglas de la fonética inglesa, la recién llegada modificó su nombre a Stella Walsh.

Con el nuevo se le reconoció como estrella del campo y pista colegial; fue la ganadora de 41 campeonatos de Estados Unidos en varios eventos y una de las velocistas más dominantes durante las décadas de los 30’s y parte de los 40’s.

En 1932, Walsh fue la ganadora de la medalla de oro olímpica con tiempo de 11.9 segundos compitiendo por Polonia.

En la Olimpíada de 1936 perdió la final contra su más encarnizada rival, Helen Stephens, generando la derrota de Stella una controversia, porque sus admiradores sospechaban que la norteamericana no era mujer.

Un tribunal médico alemán examinó a Stephens y dictaminó que nada anormal había en la conformación sexobiológica de Helen.

Walsh continuó compitiendo como amateur hasta 1954 y, en 1975, fue elevada al Salón de la Fama del Campo y Pista de Estados Unidos.

Cinco años más tarde, en 1980, mientras visitaba un centro comercial en Cleveland, una bala extraviada puso fin a su vida. Tenía 79 años.

Cuando su cuerpo fue sometido a la autopsia reglamentaria, sorprendentemente, los médicos forenses encontraron que Stella Walsh, la ganadora del oro olímpico de 1932 en el hectómetro, que había generado con su derrota en 1936 una investigación de sexo sobre una mujer verdadera, tenía genitales masculinos y cromosomas tanto masculinos como femeninos, una condición conocida como “mosaiquismo” o “hermafroditismo biológico”, en pocas palabras, Stella Walsh fue un hombre…

Ahora, ¿Cómo influyó en su rendimiento atlético la situación? Nunca se ha dicho, como tampoco se le ha despojado de la medalla que ganó en 1932 para su natal Polonia; ni el Salón de la Fama la ha separado del recinto.

Son cosas raras que ocurren aquí y en la vetusta y decadente Europa; a fin de cuentas, cuando el médico cubano de Camaguey, Carlos J. Finlay, hizo el descubrimiento del mosquito Aedes Aegipthy como vector de la Fiebre Amarilla, el Premio Nóbel se lo adjudicó la podrida Academia de Estocolmo a un americano.

Aunque se cita siempre a Finlay como el importante descubridor, se mantiene en las listas el nombre impostor por la institución académica. Nunca ese tribunal ha pretendido enmendar su error. Así que, si mantienen a Stella Walsh en plan de mujer ganadora en el olimpismo, ¿Qué más da? o mejor, ¿A quién le importa?

Miami, FL., USA
01/16/2011

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