sábado, 4 de diciembre de 2010

NADIE PUEDE ASEGURAR QUE SE LOGRE UNA ROTACION COMPETITIVA CON EL


JAVIER VAZQUEZ PUEDE SER UNA CAJA DE SORPRESAS
Por Andrés Pascual

Dicen que fue la “química” entre el manager de los Marlins Edwin Rodríguez y el pitcher Javier Vázquez lo que decidió a este por Miami: ambos boricuas, ambos de la cuna de la plena, Ponce y el hecho de que el director del club surfloridano entrenó a un hermano del recién llegado.

Se ha comentado también que, según palabras del propio serpentinero, renunció a un par de contratos multianuales, porque “estoy más cerca de Puerto Rico y en ambiente”, algo que ampara con “mi familia se sentirá mejor aquí…”

Cuando Javier Vázquez llegó a las Grandes Ligas por una de las “puertas estrechas del pasatiempo”, los desaparecidos Expos de Montreal, sencillamente se le auguraba un futuro más que promisorio, estelar: resistencia de “pitcher de hierro” en el orden de los muy pocos que lo han sido en los últimos 20 años; buena velocidad, algo por encima de las 95 millas, buena curva, mejor slider y un cambio nada desechable… ¿Qué más se le pide a un novato en casos como este? Bueno, que pertenezca a un club no solo pésimo, manejado peor financieramente hablando, como el Montreal que, por la inestabilidad en que estuvo durante mucho tiempo antes de borrarlo del mapa, podía decepcionar y afectar el rendimiento de un jugador por la incertidumbre ante la inestabilidad provocada “el día menos pensado”.

Los Marlins se ven en los playoff con la adquisición de Vázquez, según la gerencia, es lo que le faltaba a la rotación para completar los seis pies de profundidad… ¿Habrase visto cosa igual? Si este es el tipo de jugadores destinados a diseñar otros “milagrosos del wild card”, estamos fritos aquí desde ya.

El lanzador no es el mismo que alguna vez causó grata impresión en fanáticos y eruditos: según Mike Axisa y publicado en el sitio de desarrollo fangraphs.com el pasado 29 de noviembre, los surfloridanos firmaron por 7 millones sin dar más detalles a un pitcher veterano que quizás esconde una lesión por la vertiginosa caída de la velocidad de sus lanzamientos hasta el orden de 82-83 mph en primer inning de juego, a 88 como promedio en 7 entradas sostenidas. Y, verdaderamente, el cambio no es efectivo cuando no se tira duro y esa velocidad es por debajo de la de práctica de bateo. Para pitchear en Grandes Ligas con 88-90 mph hay que llamarse Gregg Madduxx y ¡Cuidado!

Si algo era notable en Vázquez fue su disposición y la capacidad ante el trabajo: como el cubano Liván Hernández, siempre estaba en su trinchera en cada batalla, entregando la cantidad necesaria de entradas para aliviar los pésimos sistemas de relevo que infectan al beisbol y que se llevan por su mal trabajo sumas de dinero mucho más que generosas increíblemente.

Hoy por hoy nadie puede asegurar que el puertorriqueño pueda cumplir a cabalidad con las expectativas por las que se le contrató: no se sabe si podrá continuar con su función de “pitcher de hierro” ni si volverá a recetar las cantidades de ponches que acostumbraba; además, como segunda condición negativa al posible padecimiento, por encima del chequeo médico reglamentario, están sus 35 años…

No es la hecatombe que sufrió cada vez que estuvo con los Yanquis lo preocupante en el pitcher; a fin de cuentas, el tipo es un pitcher de Liga Nacional básicamente; sino los colaterales.

Hay que esperar a que arranquen los motores del 2011 para comprobar si Edwin Rodríguez propuso al pitcher exitoso que le ayude a proteger su puesto de trabajo; o fue el famoso “cabo tirado” al compatriota que, cuando lo boten, como un tsunami, se llevará por delante todo lo que tocó; principalmente la silla del manager del club.

Miami, FL., USA
12/04/2010

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