lunes, 11 de abril de 2011

EN LA CUBA QUE YO CONOCI ERA OBLIGATORIO PARTCIPAR EN LOS ACTOS REVOLUCIONARIOS


EN LA CUBA QUE YO CONOCI
Autor: Juan Carlos León

En la Cuba que yo conocí no había libertad ni democracia. Tampoco había respeto para los derechos humanos ni te podías expresar libremente. Un dictador te decía lo que tenías que hacer y si te oponías podías ir a parar a la cárcel, e incluso al pelotón de fusilamiento. Muchos hermanos desaparecieron por pensar diferente a aquellos que desgobernaban nuestro país.

En la Cuba que yo conocí veíamos muñequitos rusos y éramos obligados a escuchar discursos interminables. La televisión era en blanco y negro y había solo dos canales (el 2 y el 6). Cuando el amo le hablaba al pueblo lo hacía por ambas frecuencias y tenías dos opciones: o escuchabas su perorata de siempre o apagabas el televisor y te acostabas a dormir con un calor insoportable.

En la Cuba que yo conocí no había lujos, a no ser que fueras parte de la cúpula corrupta y abusadora que se apoderó del poder por medio de la fuerza. Te obligaban a participar en actividades revolucionarias aunque no estuvieras de acuerdo con el sistema totalitario que destruía todo poco a poco. Tenías que hacer guardias del Comité y participar en los trabajos voluntarios organizados por los chivatos y guatacones del barrio.

En la Cuba que yo conocí comer carne de res y langosta era un delito. El picadillo de soya era una de las pocas opciones para el cubano de a pie. Solo los dirigentes y los malversadores de recursos podían darse el lujo de comer proteínas. El resto de la sociedad lo hacía, si acaso, una vez al mes. Había que pescar, casar e “inventar” para poder sobrevivir. Resolver la comida del día era la tarea a cumplir por el cabeza de familia.

En la Cuba que yo conocí había mucha chivatería y doble moral. Desde chiquito te enseñaban a no confiar en nadie, ni siquiera en la gente que vivía en tu propia casa. La mayoría de los ciudadanos no trabajaban y, los pocos que lo hacían, tenían solo una meta en sus mentes: robarse todo lo que pudieran para poder intercambiar lo que hurtaban con otros que hacían lo mismo. El panadero negociaba con el pan y la harina, mientras que el bodeguero se llevaba el café, el aceite y el azúcar. Esto ocurría a lo largo y ancho de la isla y nadie hacía nada para detenerlo.

En la Cuba que yo conocí la gente prefería emigrar antes de lanzarse a las calles. El amor a la patria dejó de ser una prioridad. Lo más importante era buscar la forma que un pariente te reclamara o encontrarse un turista que se enamora de ti. Hoy los primeros inmigrantes cubanos se preguntan por qué ese desamor con la tierra de Martí y Maceo. Quizás sea porque mi generación no conoció la otra Cuba, esa con la que tanto ellos sueñan, pero que ya hace mucho tiempo que dejó de existir.

Miami, FL., USA
04/11/2011

2 comentarios:

  1. Esta generación de cubanos, con pocas excepciones, ha sido adoctrinada desde su niñez a ser sospechosos de sus propias familias, amigos, vecinos, y de los cubanos de aquí. Necesitamos "re-adoctrinados" a que conozcan lo que es en realidad vivir en un país libre de miedo, libre para seguir sus ambiciones y sueños, y libre para luchar por sus propios intereses.
    Yo pienso que los mismos familiares que viven aquí han contribuido a esta apatía a lanzarse a las calles y que por eso ellos prefieren emigrar a luchar por liberar a su país. Sus familiares, sin querer, los han convertido en esclavos de las remesas mensuales que ellos reciben – ¿qué incentivo tienen para luchar por librar a su país de la tiranía de los Castros?
    En la isla, ellos solo tiene información filtrada por el régimen y muchos de los que llegan aquí, defienden ese sistema porque lo que ellos han tenido que vivir es igual a un prisionero o secuestrado que después que pasa mucho tiempo llega a tenerle simpatía a su carcelero/secuestrador. En la psicología se llama "el síndrome stockhom." Yo pienso que ellos aman a su país, quizás ellos solo necesitan el apoyo de nosotros y de otros de otros países del mundo, que ame la libertad, para que ellos se sientan con valor a lanzarse a las calles clamando “libertad” y respeto a los derechos humanos.

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  2. En la Cuba que yo conoci desde 1960 hasta 1983, decian que era obligatorio ir a las concentraciones y los actos revolucionarios, pero a nadie lo obligaban con un arma, ni a patadas para asistir, el fue era porque queria ir, porque era cobarde y se asustaba facil, muchas personas no fueron jamas a los discursos en la plaza, ni a trabajos voluntarios, ni tenian integracion politica.

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