martes, 29 de marzo de 2011

LOS BOXEADORES TEMPERAMENTALES NO LLEGAN A ALCANZAR LA CATEGORIA DE ESTRELLAS NUNCA


LARA Y LA CLAUSULA DE LA REVANCHA OBLIGATORIA
Por Andrés Pascual

Durante los 40’s, los 50’s y, quizás, hasta entrados los 60’s, la crítica boxística consideró a la cláusula de la revancha obligatoria como “inmoral”, porque le imponía una especie de opción única irrechazable a un retador que había logrado vencer a un campeón, que estaba obligado, legalmente, a efectuar su primera defensa contra el ex monarca a quien había destronado. Esa condición se convirtió en un negocio que explotó al máximo Sugar Ray Robinson, que no le daba oportunidad a casi nadie si no estaba firmado de antemano el dichoso documento.

Cuando el cubano Benny Paret perdió contra Emile Griffith el campeonato mundial welter en 1960, su manager, Manuel Alfaro, le vendió a un grupo de California, que representaba a Gaspar “Indio” Ortega, el derecho que tenía por la revancha bajo la cláusula de obligación, por 20,000 dólares. Griffith le ganó por decisión unánime a Ortega en 15 episodios.

La cláusula de la revancha obligatoria se supone que sea el mecanismo de protección que logran los apoderados para un campeón que pierda una defensa titular, al ofrecerle la posibilidad de recuperar la faja sin intermedios escalafonarios peligrosos; sin embargo, la manipulación de la opción obligatoria por parte del Azúcar de Harlem, condujo a la sospecha de que el Profesor disminuía su capacidad de boxeo y perdía en una defensa, para recuperarla con toda su grandeza en la revancha obligatoria. Hoy, esto pudiera convertirse en ventas por PPV, en la época previa a 1970, se llamaba más venta de entradas y, posiblemente, apuestas alternativas ganadoras en cada uno de los pleitos. Desde luego, eran rumores o entredichos…

Pero esa cláusula, con carácter legal, generalmente estaba destinada a las peleas de campeonatos mundiales, no a los pleitos entre dos boxeadores del ranking, ni a las peleas especiales, que eran opción de un campeón, sin la intervención del organismo y sin la corona en juego, con la intención de “hacer algún dinero extra”.

El cubano Erislandi Lara repitió el sábado pasado su condición de peleador temperamental, que es el que un día boxea un mundo y, al siguiente, puede lucir tan decepcionante que deje su futuro en entredicho: apático, excesivamente conservador y sin el punch de primer round que le han fabricado contra nadie. Lara, como todos los boxeadores llegados de Cuba en los últimos 20 años, es asistido por amateurs en su training y en la esquina, lo que ya ocasionó la dolorosa derrota de Diobelys Hurtado contra Pernell Whitaeker hace más de 10.

¿Desde cuándo, contra un mejicano, se ordena moverse a un boxeador para que sea el azteca quien lleve la iniciativa, entregando tres rounds para minarle la resistencia? ¿Quién dijo que un peleador azteca se queda sin aire por inactividad de 19 meses? Este detalle mostró la ausencia de clase profesional de los seconds de Lara, que colocaron en franco plano de inferioridad a Molina (que había entablado una vez contra Chávez jr. y perdido otra apretadamente), al desconocer el alma mejicana en el boxeo: cuando un peleador de Méjico se queda sin aire, las pocas veces que ha ocurrido, el contrario se asfixió hace rato, porque los peleadores de esa nacionalidad, por corazón, respiran con aire ajeno. Y Molina no pega, si no…

Ahora el promotor Luis de Cubas habla de una revancha y justifica el papelazo con una serie de ridiculeces, entre las que sobresale “la odisea de un diente”.

Erislandi Lara no merece una revancha; no perdió, más bien fue beneficiado, porque no se puede lucir así, con tanta atención mediática favorable, contra un peleador que no está en titulares; aunque, con mala suerte en decisiones apretadas.

La cláusula de la revancha obligatoria siempre estuvo ahí para proteger a un campeón que pierda o entable, exhibiendo su grandeza, contra un retador que valga la pena; no para tratar de recuperar la confianza en un peleador que, ni es campeón, ni enfrentó a alguien tan interesante que indique que se va a disfrutar de un buen pleito en la segunda convocatoria.

Ese promotor debe dejarlo todo así y tratar de rehacer el interés perdido para la televisión ante otro contrincante, no vaya a ser que la vida le juegue una mala pasada y ni de empate sea el resultado.

Lo otro que debe dejar a un lado, por ahora, hasta que Lara noquee otra vez a 5 bultos en el primer round, es la obsesión por una pelea de campeonato mundial; porque, lucir así, como un retador cualquiera, bien; pero, como campeón mundial, serían otros 20 pesos, que ser campeón obliga a algo.

Miami, FL., USA
03/29/2011

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