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miércoles, 28 de julio de 2010
DE IZQUIERDA A DERECHA: TORRIENTE (1), EL MANAGER RUBE FOSTER (5) Y BINGO DEMOSS (6). AÑO 1925
TORRIENTE O UN JUEGO SOBRE LA LEYENDA
Por Andrés Pascual
En los anales del béisbol es frecuente leer sobre “los héroes de un sólo día”, que le impusieron su nombre a la inmortalidad por la actuación en un juego. Bien porque se convirtieron en poseedores únicos de un récord para juego sencillo; o porque lo hicieron en un partido de trascendencia, la historia los arrastra por siempre jamás como “legendarios” y, sí, hasta cierto punto lo son; sin embargo, la mayoría y yo diría que abrumadora, no mantuvieron la clase exigida para ingresar a la casa del inmortal genuino: Cooperstown.
Los dos juegos de cero hits cero carreras de Johnny Vander Meer; el juego perfecto en Serie Mundial de Don Larsen; los tres triples en un juego del boricua Carlos Bernier durante los cincuentas jugando para los Piratas de Pittsburg (igualado)…
En Cuba Bienvenido Jiménez por poco se roba en un juego hasta los asientos del segundo Almendares Park y es precisamente en la patria de José Martí donde se produjo una actuación en un partido que sirvió para identificar para siempre a un jugador por encima de su condición de inmortal del pasatiempo: los tres jonrones de Cristóbal Torriente en 1920 contra una selección de jugadores de Grandes Ligas encabezada por Babe Ruth, injustamente, son la única conclusión a que se llega sobre el Herrero de Cienfuegos a la hora de enumerar su tremendísima clase de superestrella del béisbol.
¿Qué diferencia a Torriente de Vander Meer o Larsen? Que mientras estos no están en el Salón de la Fama porque su labor de por vida no fue suficiente para colocarlos en el rango de superestelares de la pelota, el cubano forma parte del mejor trió de jardineros de un club en Ligas Negras: el Indianápolis ABC de C.I. Taylor al lado de Jelly Gardner y de Jimmy Lyons; pero, si esto resultara poco, Wendell Smith, el periodista negro del Pittsburg Courier a quien se le reconoce como la máxima autoridad en archivo e historia del béisbol sepia, que logro a principios de 1945 la primera prueba fallida por definición racista de jugadores negros para los Medias Rojas de Boston, incluyo al cienfueguero como jardinero derecho abridor en una alineación ideal de aquel béisbol al lado de Oscar Charleston y de Turkey Stearnes.
Cristóbal Torriente es el mejor y más completo pelotero cubano de los primeros 50 años del siglo pasado, superior a Martín Dihígo, que si bien fue un jugador completo también, clasifica para la historia como acaso el mejor jugador de todas las posiciones del béisbol; pero no bateaba como Torriente, ni corría como Torriente, ni fildeaba como Torriente y tiraba como Torriente; nunca ha podido competir por la propiedad de una posición en ningún Todos Estrellas de Ligas Negras como no sea la de lanzador en los turnos finales de una rotación.
Dihígo produjo un impacto tal en el béisbol que opaco a la mayoría de las estrellas negras de la época, porque le acompañó su personalidad: caía bien por su amenidad al conversar y por los temas que abordaba en las tertulias y bajo ninguna circunstancia pretendo demeritar al Inmortal; pero, en blanco y negro, Torriente fue mejor porque también era mejor que Oscar Charleston y la única diferencia de Cristóbal con este y otros peloteros negros de mas fama radica en su personalidad bohemia y en su condición de bebedor empedernido, sometido a algo que le repugnaba al negro americano y que le temían y rechazaban: la santería, porque el cubano no podía jugar sin que Obatalá le “echara una mano”.
¿Por qué no fue elegido a Cooperstown durante la etapa del Comité de Ligas Negras, incluso en sus tres primeros años debiendo esperar hasta el 2006? Porque fue objeto de una injusticia capital consistente en que un “magnate” del béisbol sepia le acusó de haberle robado unas joyas que, ese mismo año y por investigación de una agencia especial, se le eximió del delito totalmente; sin embargo, los propios negros americanos vinculados al Comité, con la excepción de Alex Pompez y de Buck Canel, que no era “de color”, arrastraron el falso estigma contra el cubano por décadas…el único “pecado” de Torriente fue que era amante de una corista de Harlem pretendida por el individuo, raquetero vía apuestas ilegales, que le fabricó la acusación infame.
Torriente jugó doce años en la Liga Cubana y promedió .351, el más alto de ese circuito vistiendo los trajes del Habana y del Almendares. Fue elegido al Salón de la Fama nacional en 1939 formando parte del grupo inaugural del recinto.
Su historia en el llamado béisbol independiente fue soberbia; allí jugo para varios clubes, entre estos Indianápolis ABC, Chicago American Giants, Monarcas de Kansas City o Estrellas de Detroit.
Fue el “slugger” superestrella del Chicago bajo la dirección del pionero Rube Foster. Un bateador excepcional de bolas malas.
En Ligas Negras, durante la postemporada de 1921, promedió .302 y decidió dos juegos, uno con jonrón; pero en campeonatos regulares tuvo guarismos de .411, .338, .342, .412 y .320. Como pitcher logró marca de 15-7. El cubano ganó 3 campeonatos de bateo entre 1921-1923.
Jugó entre 1913 y 1934 y concluyó con promedio de .333 de por vida; a los lanzadores negros les produjo para .339 y a los blancos de Grandes Ligas .323.
A pesar de su condición de jugador zurdo para batear y tirar, lo utilizaron con excelentes resultados defensivos en la segunda y en el campo corto de varios de los clubes para los que jugo.
Según la mayoría de los historiadores serios y justos, hoy hubiera sido un jugador franquicia, con lo que se le hace culto a la opinión que sobre el cubano tuviera uno de los tres grandes directores de equipos de Ligas Negras, C.I. Taylor, cuando dijo: “Si ves a Torriente caminando por la acera opuesta, di sin equivocaciones que ahí va un equipo de béisbol…”
Torriente forma parte junto a Dihígo y Méndez del trió de más clase del béisbol cubano dúrate la primera mitad del siglo pasado. Jugó hasta 1934 y falleció pobre, de tuberculosis en Ibor City, Nueva York, en 1938; sus restos fueron trasladados a Cuba y recibidos con toda la importancia y la solemnidad que mereció semejante gloria nacional. Había nacido en 1995 y media 5’9 con 195 libras en forma deportiva.
De Torriente dijo en 1969 en su columna “Desde el bullpen” en el Diario la Prensa, de Nueva York, el más grande cronista cubano sobre asuntos de béisbol conocido, Pedro Galiana: “…En mi libro el mejor pelotero cubano de todos los tiempos, sin discusión, es Cristóbal Torriente y que no vengan los neófitos con números de última hora que yo los he visto a todos desde Anguila Bustamente y Julián Castillo. Este hombre, sencillamente, fue increíble jugando pelota…”
Miami, FL., USA
07/28/2010
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