miércoles, 12 de enero de 2011

LAMENTABLEMENTE PARA EL PUEBLO CUBANO, NI DE VISITA DEBERIAN IR A COOPERSTOWN


CUANDO EL PROBLEMA ES ESA CULPA NO HAY DEFENSA
Por Andrés Pascual

No acostumbro a “pasarle la mano” a nadie acusado de usar esteroides que diera positivo en pruebas al efecto. El asunto es de moral y no tiene marcha atrás por dos razones: contribuyen a malformar la personalidad infantil y juvenil, incluso el nivel de credibilidad obligatoria que requiere algo tan serio como la conducta limpia en el beisbol y, segundo, es un atentado contra la historia del pasatiempo, contra sus ídolos de antaño, que no merecieron ser desplazados del nivel de importancia para el juego por quienes no se desempeñaron como ellos en el terreno; es decir, con la transparencia que evidencie que solo el esfuerzo humano, ajeno a los laboratorios, produjo el acontecimiento recordable en niveles de leyenda.

Sin embargo, la sociedad americana está tan débil moralmente hablando, tan escasa de conservadurismo, que cualquier trampa es considerable en el rango de “lo políticamente correcto”, frase que se ha convertido en un canal al vertedero filosófico que son los Estados Unidos de hoy; o, mejor dicho, en un enemigo solapado de la sociedad americana.

A los jugadores que usaron sustancias ajenas a la naturaleza humana antes del Informe Mitchell, se les está pretendiendo condonar la deuda social y moral con: “no existían reglas o leyes que penaran la actividad delincuente”; sin embargo, tan inmoral como el uso de esas sustancias, es pretender servirles de “abogados del Diablo” con semejante defensa, porque, si bien no era “perseguida” la actividad profanatoria, solo eso, la verdad fue el contubernio entre el Beisbol Organizado y la Asociación de Jugadores para sacar al beisbol del bache en que ellos mismos lo metieron en 1994 y recuperarlo otra vez para el público, al mirar todos hacia otro lado haciendo “la vista gorda”.

Ahora, ¿Sabían los peloteros que por usar esas sustancias caerían marcas impuestas por jugadores que no gozaron de esa ayuda? ¿Cayeron o no aquellas marcas? ¿Usaron la circunstancia para pedir (y recibir) mucho más dinero que lo que quizás merecían? ¿Sí o no? Si un bateador o un pitcher conoce que tiene a sus pies un concepto insólito y mal habido de Inmortalidad, ¿Necesitaba una regla penitenciaria que detuviera la infamia, que eso es?

Ningún implicado en esteroides debe entrar al Salón de la Fama jamás si dio positivo, llámese como se llame, porque no se puede colocar la foto de Bonds, de Palmeiro, de McGwire al lado de la de Ruth, Williams y compañía por lo hecho en el terreno de juego, a sabiendas de cómo los igualaron o superaron, eso sería más infame que el propio uso de las sustancias.

Si alguien quiere a esta gente en un recinto de inmortales, que cabildeen para que les hagan otro de acuerdo a la forma como entraron en la leyenda por la puerta de atrás y obligados a comer en la cocina sin cubiertos; pero en Cooperstown no, por favor, vamos a tener un poco de consideración, aunque sea, por el prestigio, la moral y los principios, que buena falta hace.

Miami, FL., USA
01/12/2011

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