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jueves, 29 de julio de 2010
AGAPITO MAYOR, EL ZURDO DE CAIBARIEN
EL JUEGO MAS IMPORTANTE EN LA HISTORIA DEL BEISBOL CUBANO
Por Angel Torres
Hace unos días recibí un precioso regalo, que agradeceré por el resto de mi vida, enviado desde la ciudad de Tampa, Florida donde vive, por Gloria Mayor, viuda de mi amigo y ex gran lanzador zurdo cubano Agapito Mayor, que falleció el lunes 18 de abril de 2005 y quien cumpliendo su deseo, fue enterrado con el uniforme de las Azules del Almendares, equipo para el que defendió sus colores durante toda su carrera profesional en la pelota cubana.
En su carta, Gloria explicó que debido a la gran amistad que Mayor me profesaba, me enviaba el gallardete con el nombre de todos los jugadores del equipo, que se le entregó al “Zurdo de Caibarién”, tan pronto el Almendares se coronó campeón del campeonato de 1946-47 y que él tenía colgado como una reliquia en la pared de su casa. Se trata del banderín oficial y original, no de las muchas copias que posteriormente se hicieron en Miami.
Entonces, ¿Qué mejor que recordar el mejor campeonato, serie y juego jamás celebrado en la ahora extinta Liga Profesional Cubana de Béisbol?.
El acontecimiento más extraordinario, que provocó la reacción más espectacular entre la fanaticada beisbolera cubana, se produjo durante el campeonato de 1946-47, la primera celebrada en el Gran Stadium de La Habana.
El año comenzó con una ventaja del Habana de seis encuentros y medio, que lucía insalvable a medida que pasaban los días. Sin embargo los Azules llegaron al martes 25 de febrero de 1947, con una racha de 12 victorias en 13 salidas, incluyendo triunfos sucesivos de los zurdos Max Lanier y Agapito Mayor frente a los Rojos en los dos últimos encuentros, con anotaciones de 4-2 y 2-1 respectivamente. La única derrota se las había proporcionado Sandalio “Potrerillo” Consuegra de los Tigres de Marianao con una espesa lechada de 6-0.
En el descalabro sufrido por los Leones el 24 de febrero, debido a los envíos endemoniados de Agapito, influyó tremendamente un mal fildeo de Carlos Blanco en el jardín derecho, sobre un batazo de Andrés Fleitas. El inicialista y hermano mayor de Heberto, se encontraba jugando fuera de su posición habitual, para aprovechar a un bateador derecho contra un serpentinero del brazo equivocado. Desgraciadamente para los Rojos, el experimento le salió mal al timonero Miguel Angel González.
Al fin llegó el momento del enfrentamiento final y los fanáticos esperaron en largas filas hasta que abrieron las puertas del parque a las diez de la mañana. Mucho antes de comenzar el partido, los asistentes invadieron el terreno de juego, el que fue necesario acordonar, para contener al público fuera de las líneas divisorias entre primera y tercera.
Al anunciarse que el “Monstruo” Lanier ocuparía la lomita nuevamente, con solamente 48 horas de descanso, provocó una estruendosa ovación de los presentes.
Durante el primer episodio, el Conde Moré advirtió a través de los altoparlantes a un grupo de aficionados, que abandonara las torres de las luces por el jardín izquierdo, donde habían encontrado acomodo, porque corrían peligro de morir electrocutados. Pero nadie se movió del lugar.
Un tiro desviado del inicialista Lennox Pearson, provocó la primera de las nueve carreras añil, en los bombachos del antesalista Héctor Rodríguez en la segunda entrada. Un episodio más tarde, el torpedero Avelino Cañizares, recibió una base por bolas por parte del lanzador perdedor Lázaro Medina, seguido por un sencillo del camarero George “La Ardilla” Hausmann. El receptor Andrés Fleitas se sacrificó y un doble por regla de terreno del jardinero central Lloyd Davenport, que se perdió entre el público aglomerado por la raya de foul, fue el puntillazo que inició el principio del fin para Medina y los de la enseña escarlata con anotación de 9-2.
Al final del partido, se produjo la demostración de júbilo más grande, desde la “Jornada Gloriosa” del Dr. Ramón Grau San Martin, cuando ganó la presidencia de Cuba en 1944.
El público se desbordó por millares, se abarrotaron los tranvías, se llenaron los bares, se dispararon cientos de los llamados “voladores de a peso”.
En una cafetería de Reina y San Nicolás, se registró un tiroteo con un balance de varios heridos. Lo mismo ocurrió en el paradero de los tranvías en Jesús del Monte, donde hubo otro herido.
En Santiago de Cuba, se lesionaron dos personas y el colmo fue el velorio efectuado en una funeraria de Puentes Grandes, que culminó cuando un simbólico “león”, fue arrojado en las aguas del Río Almendares en una pequeña caja blanca.
Desde ese momento los peloteros dirigidos por Adolfo Luque, se convirtieron en verdaderos ídolos de la afición almendarista, siendo los integrantes de la novena:
MANAGER- Adolfo Luque. COACH- Cheo Ramos, ADMINISTRADOR- Reinando Cordeiro. TRAINER- Carlos Zarsa. MASAJISTA- Manolo Fernández. PITCHER DE PRACTICA- Pérez. LANZADORES: Max Lanier, Agapito Mayor, Tomás de la Cruz, Alberto (Coty) Leal, Lázaro Salazar, Jorge Comellas, Leroy Gaines, Gentry Jessup, Conrado Marrero, Mario Ariosa, Bill Tanner, Santiaguito Ulrich, Armando Roche. (Lanier y Roche igualmente lanzaron con el Marianao). RECEPTORES: Andrés Fleitas, Evelio Martínez, Armando Traspuesto. JUGADORES DEL CUADRO: Buck O’Neill (1B), George “La Ardilla” Hausmann (2B), Héctor Rodríguez (3B), Avelino Cañizares (SS), René González, Jesse Williams, Teodoro Oxamendi. JARDINEROS: Santos “El Canguro” Amado (LF), Lloyd Davenport (CF), Roberto Ortiz (RF), Calampio León, Homero Ariosa, Neil Robinson.
Del grupo, Andrés Fleitas fue seleccionado como el Jugador Más Valioso del campeonato. Sus competidores más cercanos y que obtuvieron ese honor en sus respectivos equipos fueron: Lou Klein por el Habana, el zurdo Adrián Zabala del Cienfuegos y el mexicano Beto Avila que vistió la franela del Marianao.
Para Luque fue su segundo triunfo consecutivo con dos conjuntos distintos, finalizando la campaña al ritmo de 42 victorias, 24 derrotas, 4 empates y promedio de .636.
Una anécdota bien recordada, ocurrió el 28 de noviembre de 1946, cuando el jardinero del Habana, Alberto “Sagüita” Hernández, le echó a perder una lechada de 2-0 al serpentinero Geremías (Gentry) Jessup del Almendares, disparando un cuadrangular de tres anotaciones en la segunda parte del noveno, dejando sobre el terreno a los Alacranes 3-2. Por esa razón y otras posteriores, Hernández se ganó el mote de “La Vaca Lechera”.
Eran otros tiempos, cuando la única rivalidad existente en las familias cubanas, era que unos defendían al Habana bajo el lema de “La Leña Roja tarda pero llega” y otros al Almendares con su grito de guerra: “El que le gane al Almendares se muere”.
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