viernes, 2 de abril de 2010


EL SOL TIENE MANCHAS
Por: Jorge J. Gastón

Ante la inmoralidad en que han incurrido sacerdotes católicos, hay que reconocer que la Iglesia en general no debe ser culpada por lo que un puñado de curas descarriados o desequilibrados pudiera haber realizado en momentos de debilidades, como seres humanos que son. Del sol no debemos ver solo sus manchas, sino su brillante resplandor que da luz y vida.

Así debemos ver a nuestra Iglesia y sentirnos dichosos de poder contar con curas que son dignos ejemplos de humildad, sacrificio y respeto hacia sus votos de castidad.
Cuántos sacerdotes católicos existen en el mundo?

Según el último número de Our Sunday Visitor los sacerdotes católicos (entre diocesanos y religiosos) suman actualmente 409,166. De entre esa enorme cantidad de sacerdotes dedicados a servir al prójimo, ¿cuál sería el porciento de los descarriados? Los datos indican que a la Santa Sede llegan unas 250 quejas por año.
Sé que estoy metido en un tema que no es fácil de abarcar en toda su dimensión, aristas y actualidad mediática.

Pero, me atrevo a hacer este análisis. Soy como millones de cubanos y latinoamericanos católicos por tradición familiar, pero que al crecer nos da por profundizar más en sus dogmas, historias y paradigmas. Reconozco que ante todo, es cuestión de Fe. Fe en lo que nos dice la Santa Biblia y el sacerdote en la Misa.
Pero también, por respeto a nosotros mismos, podemos y debemos indagar, analizar, sugerir y no obstante seguimos con la misma Fe y sintiéndonos tan católicos, apostólicos y romanos como siempre.

Bueno, como todos sabemos, la Iglesia está pasando por momentos difíciles apareciendo casi a diario, nuevas acusaciones de curas pedófilos, acusaciones que hasta pretenden involucrar al Papa Benedicto XVI, aunque se refieren más que nada al no haber hecho mas por eliminar a los sacerdotes problemáticos; su moralidad personal no ha sido mal juzgada nunca.

En cuanto a las acusaciones, diría lo siguiente: Por un lado no se distingue entre faltas al sexto mandamiento y abusos sexuales. No se distingue entre menores y menores. Una cosa es un menor de seis años de edad y otra muy diferente un menor de dieciséis años.

En el primer caso el abuso es patente; en el segundo no habría víctima, sino cómplice, que ahora quiere sacarle plata a su complicidad. Un varón bien plantado de 16 años no se deja hacer nada feo de nadie. Eso es parte de su virilidad.
En mi opinión, hay grados de abusos. Hay acusaciones con fundamento y otras sin fundamento. ¿Qué hay detrás de todo esto? Pues. Abogados ávidos de dinero e individuos que se prestan al juego.

Hay prensa interesada en hacer daño a la Iglesia. La prueba es que le dan a estas noticias el mismo tratamiento que se da a los terremotos y a los accidentes aéreos. Si un abogado comete un fraude en la India, no nos enteramos en Miami. Pero si se trata de un sacerdote indio, está en todas las agencias noticiosas.
Otra malicia en las noticias es que se ponen a buscar casos viejos de los años cincuenta y sesenta. A ese ritmo pronto habrá abusos del siglo XIX.

Por mi parte, tengo una opinión sobre todo esto cada vez más definida y que me perdonen mis amigos católicos activos: la Iglesia católica tiene que ceder ante las fuerzas de la naturaleza y eliminar, con la valentía que el caso lo requiere, el voto del celibato, tanto a sacerdotes como a las monjas.

Estoy seguro que de no existir se acabarían estos abusos. Solo hay que ver a los pastores de otras iglesias protestantes, son hombres y mujeres que no solo predican amor a sus feligreses sino que con su ejemplo de vida matrimonial, contribuyen a un mejor desarrollo moral de la sociedad. En los inicios del catolicismo, los sacerdotes incluyendo a los Papas podían casarse y formar familia.

Cuando el emperador Constantino oficializo el cristianismo y desaparecieron las persecuciones contra los que seguían las prédicas de Cristo, cobró auge otra forma de santidad, la consagración en pobreza, castidad y obediencia. La iglesia decidió entonces establecer el celibato. La labor sacerdotal seria más efectiva ya que el sacerdote sin las ataduras de una familia serviría mejor a Dios en su labor evangelisante alrededor del mundo.

En mi humilde opinión, ahí comenzó el problema. La cruenta lucha para esos curas y monjas de enfrentar a las fuerzas de la naturaleza humana contra las sagradas obligaciones de una abstinencia sexual obligada. El que va a un seminario sabe que no se casará y lo toma como un sacrificio practicable. Se puede, con las debidas precauciones y con intensa vida espiritual, que al flaquear abre las puertas a las peores tentaciones.

No quiero generalizar, pues estoy seguro que efectivamente existen infinidad de sacerdotes y monjas capaces de enfrentar el reto, pero, qué fácil sería para ellos servir a Dios, sin esa presión casi constante que los enfrenta al pecado carnal.

Miami, FL., USA
04/02/2010

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