lunes, 22 de febrero de 2010


UNA MUJER TRAS LA TORMENTA
Por: Autor desconocido

Jacques Yves Cousteau pasó toda su vida en el mar, no contento con inventar los equipos de buceo actuales recorrió el mundo, a bordo del Calypso para enseñarle a la humanidad la grandiosidad de los océanos.

Muchos hombres y mujeres crecimos entre sus imágenes, muchos fuimos contagiados por su “fiebre de mar”, jugábamos de chicos a ser buzos del Calypso, conocíamos todas sus historias, vivimos todas sus inmersiones.

Pero la mayoría de la gente jamás conoció la historia del día que el Calypso se perdió, de aquel día que pudo ser el último de una historia que aún no había comenzado.

Terminaba la década del ´40, no era una época fácil en Europa. La segunda guerra mundial había dejado a Francia en ruinas. Jacques Cousteau, un joven oficial de la marina decide dar un vuelco a su vida, con la ayuda de sus amigos y un patrocinador secreto, compra un viejo dragaminas fuera de servicio y lo bautiza “Calypso”, renuncia a la marina y convence a un grupo de buzos de acompañarlo en la gran aventura: Recorrer los mares del mundo filmando los fondos oceánicos.

Todos sus ahorros se gastaron en equipamientos, vendió su casa para costear el viaje, todo su pasado y su futuro estaban puestos en ese viejo barco. Partieron rumbo al Mar Rojo donde planeaban filmar su primera película.

Al llegar anclaron el barco cerca de la costa de Egipto y todos los hombres fueron al agua, en el barco sólo quedó la esposa de Cousteau, Simone…

Mientras que los buzos estaban bajo el agua el cielo se cubrió de nubes, la superficie del mar se encrespó, comenzó a soplar un fuerte viento. Los buzos no pudieron volver al barco, nadaron hacia la costa. Una vez ahí contemplaron al Calypso que se sacudía con cada golpe de ola, tironeando el cabo del ancla que se rompería inevitablemente. Cousteau temía por su esposa, una mujer delgada que no tenía idea de barcos ni de navegación. Los buzos presos de impotencia esperaban la rotura del cabo del ancla para ver como todas sus ilusiones se hundían con el viejo buque.

El cabo se rompió en un estallido seco e inmediatamente se escuchó el motor del barco que se ponía en marcha, viraba a babor y se internaba en el mar de frente a la tormenta, al timón estaba Simone Cousteau y no parecía estar dispuesta a dejar hundir al Calypso, como no sabía nada de náutica decidió ir mar adentro donde no podría chocar con nada. Viajaba hacia la tormenta.
Ocho horas duró la lucha entre el viejo dragaminas y el mar, ocho horas donde una mujer sola, que nunca antes había estado en un barco, sacaba fuerzas de la nada para evitar que los sueños de su marido se hundieran ese día.

Cuando la tormenta terminó llevó al barco hacia la costa que se veía a la distancia pero como no lo sabía atracar y ya no tenía ancla, simplemente lo dejó flotar a la deriva con el motor apagado esperando que los buzos, que miraban la maniobra desde tierra, se pudieran acercar a nado. Al llegar encontraron a una Simone sonriente que, ante la sorpresa de todos, los recibió con café caliente.

Pasaron muchos años y el viejo dragaminas se convirtió en uno de los buques oceanográficos más famosos del mundo, navegó por todos los mares y visitó todos los puertos. Cousteau adquirió fama internacional. En 1980, en un reportaje, un periodista le preguntó si era difícil comandar el Calypso, un Cousteau, profundamente emocionado, contestó:

“No, si está Simone a bordo. Ella es la cocinera, la madre de treinta marineros, la que aconseja, la que pone fin a las peleas, la que nos manda a afeitar, la que nos reta para alcanzar mayores objetivos, la que nos acaricia, la peluquera de a bordo, nuestra mejor crítica, nuestra más profunda admiradora y la que salva al barco de las tormentas... Ella es la sonrisa de cada mañana y el beso antes de dormir. El Calypso podría haber sobrevivido sin mí… pero jamás sin Simone”.

Una mujer que vivió entre cámaras y nunca se dejó fotografiar, no figuró en ninguna de las enciclopedias del Calypso, se negó a ser vista en las películas y la mayoría de la gente nunca vio su cara.

Cuántas son las mujeres que han sido ignoradas por la historia, pero han hecho grandes cosas sin buscar jamás un reconocimiento. Muy cerca de ti hay una mujer silenciosa… Hoy puede ser la que barre tu oficina, quizá tu madre, tu hermana, tu abuela o tu tía... Ten por seguro que es tu esposa. Reconoce hoy su labor, déjaselo saber con amor y hazlo públicamente cada vez que puedas. Recibir el reconocimiento de la persona a quien ella más admira será suficiente para hacer de ése el mejor día de su vida.

Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras preciosas! Su esposo confía plenamente en ella y no necesita de ganancias mal habidas. Ella le es fuente de bien, no de mal, todos los días de su vida. Anda en busca de lana y de lino, y gustosa trabaja con sus manos. Es como los barcos mercantes, que traen de muy lejos su alimento. Se levanta de madrugada, da de comer a su familia y asigna tareas a sus criadas. Calcula el valor de un campo, lo compra; con sus ganancias planta un viñedo. Decidida, se ciñe la cintura y se apresta para el trabajo. Se complace en la prosperidad de sus negocios y no se apaga su lámpara en la noche. Proverbios 31:10-18

Miami, Fl., USA
02/22/2010

1 comentario:

  1. Cuan bella historia, que tal vez muchos desconocíamos. Pero con toda seguridad, todos los seres humanos desean que sean reconocidos por el ser amado. Como las esposas, los esposos también deben ser exaltados. Pero sobretodos las cosas reconocer cuando alguien nos valora y nos ama hasta la eternidad. Muy buen complemento para esta historia de amor, los versículos al final del artículo.

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