sábado, 23 de octubre de 2010

EL GRAN CAÑON DE COLORADO, USA


DE ARIZONA AL GRAN CAÑON
Lic. Amelia M. Doval

Ante la inmensidad inexplicable del poder absoluto e indiscutible de la naturaleza, el hombre se siente un minúsculo elemento.

El desierto se presenta como un mar de arena y tierra seca pero, si nos fijamos detenidamente sus plantas amarillentas o grises son semejantes a las algas marinas, da la sensación que ellas son pequeños absolventes a través de los cuales el sol se lleva el agua de las profundidades.

Recorrer el camino entre montañas que permite acceder al Gran Cañón del Colorado es como abrir página a página un gran libro de la naturaleza donde la desolación, amiga del silencio devuelve al ser humano el sentido práctico de la creación. Enfatizar en los poderes arbitrarios que destruyen tanta belleza es parte de este encuentro de dos almas.

Miles de kilómetros de adversidad son conquistados por la incertidumbre del hombre que pretende doblegar la creación pretendiendo dominarla cuando hace caminos e interrumpe el curso con increíbles construcciones que demuestran su sabiduría mas cuando se llega a la cima de la montaña y las nubes permiten develar el paisaje, un abismo de inigualable belleza deja mudo a los presentes.

El aire huele a pureza, a pino, a salud, a entrega, consumación espiritual. La piel se eriza ante el contacto con el frescor. Los oídos descubren el valor del silencio. La vista es ociosa porque pretende violar cada espacio para almacenarlo en la memoria. Nubes y arcoíris compiten en atracción.

Estar al borde mismo de la creación, de la osadía es formar parte de un momento irrepetible. No molesta el frio, ni el calor. La vida es un regalo que debemos disfrutar y ayudar a preservar. No alcanza la mirada para fotografiar en el alma cada esquina. La naturaleza devuelve al universo un ser humano diferente después de disfrutar tanta maravilla.

Miami, FL., USA
10/23/2010

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