jueves, 25 de febrero de 2010


MEDICINA CUBANA, UNA NOMENCLARUA POR ACLARAR
Por: Amelia M. Doval

Cuba se desploma, se cae a pedazos, destrozan sus cimientes el inútil vagar de la mentira cuando sus dirigentes, mal olientes moribundos de una causa sin razón, gritan, vociferan que su sistema es el mejor ¿mejor para qué?, nos preguntamos, quizás sea como medio de exterminio masivo.

En un principio comenzaron con matar los cuerpos y así pensaron que mataban las ideas. Después cuerpos e ideas no fueron suficientes, destruyeron la voluntad, arrebataron la capacidad de pensar al mismo tiempo que destruian la necesidad de comer, de vestir, de respirar.

A partir de 1959, el cubano dejó de vivir, para intentar sobrevivir sin resultados. Somos una población errante, unos gitanos del caribe, que lo único que llevamos a cuesta es la música, las tradiciones y la voluntad, nos robaron la sangre, nos saquearon el alma. Destruyeron los instintos pero aquí no pararon, en medio de todo, los buenos para nada crearon la imagen de una potencia médica, en este caso lo lógico hubiese sido crear una infraestructura que sustentara tan descabellada idea, pero no, la lógica no tiene capacidad de recepción en un país donde las comunicaciones verbales, corporales y técnicas están en puro declibe, mas tampoco podemos hablar de señales de humo porque careceríamos de la materia prima necesaria, así que continuaron con el angustioso descenso en avalancha de un supuesto desarrollo. El cubano se acostumbró a mentir, desde la auto-mentira, hasta el engaño público, nada detiene el impulso de la rueda que se nutre de la acumulación de engaños.

Engaños que recibe el pueblo, el mundo, aunque hay que ser muy mal oyente para no escuchar los lamentos de dolor que traspasan las fronteras marinas que bordean una isla solitaria que en las noches, cuando todas las luces se apagan, sus muertos cantan la canción desesperada, los moribundos claman por ayuda y los enfernos lloran de dolor por las carencias de cualquier bálsamo que alivie su sufrimiento. Los hospitales caen a pedazos porque son como ruinas omnipresentes, personajes que no dicen nada, es tanto lo que acumulan dentro de sus paredes que prefieren silenciar su propia destrucción. Las policlinicas, un intento lexical de corregir cualquier error de escritura aunque nunca se detuvieron en enmendar las equivocaciones internas. Consultorios médicos, el punto de partida para comenzar el descalabro, la tonta y precipitada idea de vender la imagen de lo no comparable, un servicio médico deficiente, un personal que había quedado atrás pero necesitaba vivir, sobrevivir, mal vivir, pedir prestado un habitáculo para crear la falsa imagen de un hogar.

Gracias a la inteligencia y perseverancia del cubano que aún sin recursos se empeña, por idiosincracia, en salir adelante, estudiar, buscar información donde menos alguien imagina, están los médicos cubanos al tanto de los parámetros internacionales, de las compañias farmaceúticas, de los últimos médicamentos o de los métodos de cura más avanzados, de la política médica internacional que se refiere en primera instancia a eliminar el dolor para no dañar la fuerza estructural del individuo, todo lo contrario de lo que espera el gobierno se practique en los hospitales. Los médicos cubanos hacen maravillas, no paran de buscar como ejercer en el mejor estado de equilibrio mental. Inventores y médicos se unen para con la mágia de la nada crear, promover, ayudar a su gente, muchas veces lo finacean de su propio bolsillo sin esperar a cambio ningún reconocimiento sino la despiadada crítica del régimen.

Malos estudiantes, existen en todas partes del planeta, Buenos y adnegados médicos son las canteras que nutren la montaña de excelentes clínicos que deambulan por el mundo como graduados de una escuela que está enferma, inmunodeprimida, contaminada por el virus del castro-comunismo.

Rebusco en mi conciencia y descubro nombres de amigos, conocidos, hasta desconocidos que apuntalaban su empeño de ser mejor, en la constante batalla de superarse. La reciente ley del gobierno, aplicada a la rama médica, es una respuesta, es la envidia, el enojo, la rabieta de un criminal que intenta cortarle las manos al pianista de la carne, esos maravillosos seres que a veces de solo mirar conocen el padecimiento. Si los galenos que escapan de sus fauces fuesen tan malos cual sería la respuesta psicológica y maquiavélica de un criminal, dejar que sufran su derrota. El castrato cubano sabe que los soldados de la médicina hacen trinchera cuando se preparan para enfrentarse a la batalla universal de la supervivencia, estudian los exámenes para presentarse como profesionales en otro país, superan sus concimientos de inglés, tratan de comunicarse con escuelas fueras de su alcance. La medicina en Cuba es rudimentaria, la estructura de los edificios es totalmente deficiente. El personal médico, en su gran mayoría, se esfuerza por ser mejor, es constantemente una práctica de campaña, se improvisa a cada momento, nunca se sabe cuando la eléctricidad va a dar muerte a los equipos, en que instante macabro la esterilización comenzará a ser un mito, la desesperación se hace eco en este medio más que en ninguno porque la vida y la muerte están al alcance de un pestañar. La estética es un arte, no una prioridad, primero se trata de salvar la vida después se piensa en lo demás.

No pretendo hacer una alegoría del personal de salud en Cuba, sino simplemente delinear con fino lápiz la diferencia entre la maquiavélica estructura de gobierno y la conciencia médica de tantos hombres y mujeres que se levantan cada día con el único fin de ayudar a que sus conciudadanos no mueran de dolor, compensación por su sacrificio no hay ninguna. La guerra de la supervivencia está a flor de piel. Un cirujano va en bicicletas, camión, a pie, sudando su camisa para llegar a tiempo y con manos temblorosas agarrar el bisturí e intentar controlar los instintos para no fallar, un milimetro separa la vida y la muerte. Esa es la potencia médica cubana, la que no se puede desmoronar porque nunca ha estado en pie.

Saquemos a la luz, con justicia, la verdad solapada por todos los medios, Cuba es un infierno, un laboratorio al más cruel estilo de los despiadados asesinos que no se conforman con acumular cuerpos inertes sino que destruyen, desde el nacimiento, las más claras conciencias y las autéticas aspiraciones, si la evolución del ser humano hubiese dependido de la manera de vivir del cubano, entonces sería un progreso a la inversa, estariamos a punto de volver a las cavernas.

Decía Martí que ¨´el hombre ama la libertad, aunque no sepa que la ama, y anda empujado de ella y huyendo de donde no la hay¨´, ayudémonos como cubanos, tendamos las manos para que se haga un camino entre las necesidades de los de allá y las aspiraciones de los de aquí, abramos ese camino que lleve solo las piedras que marcan el sonido de la libertad.

Miami, Fl., USA
02-24-2010

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