miércoles, 28 de abril de 2010

EL NUEVO HERALD


EL LEGADO DE FIDEL CASTRO
Por Oscar Peña
martes, 27 de abril 2010

Los líderes dejan legados. ¿Qué significa dejar un legado? Tiene que ver con la obra que se deja y la influencia directa o indirecta en la vida de los demás. Es algo muy serio, ya que el papel del líder puede tener un impacto positivo o negativo, pero el líder no pasa desapercibido, y es por ello que está obligado a tener mucha sensatez, sobre todo cuando está en sus manos la felicidad, el desarrollo, la libertad y el destino de un pueblo. Fidel Castro como permanente líder vitalicio implantado al pueblo cubano por más de medio siglo deja profundas huellas en el presente y futuro de nuestra nación. El desafío para el líder está en cómo actuar de manera que su legado tenga resultados positivos para su país. En el caso del legado de Fidel Castro, hay que observar y valorar si deja una mejor sociedad cubana que la anterior, si superó las expectativas que se tenían en él, si su sistema y dirección es un modelo para el presente y para el futuro. Dejar un buen legado es un acto generoso y de contribución al país.

¿Qué deja Fidel Castro? El mismo tiene que haberse hecho esa pregunta muchas veces, porque todas las personalidades desean trascender. Son indagaciones que surgen al acercarse el final de la existencia. Todos los líderes deben considerar esos momentos porque todo lo que han hecho y las decisiones que ha tomado serán su legado. Es muy difícil para cualquier líder que se instaure en el poder por mucho más tiempo del razonable --ya sólo eso es negativo-- salir inocente o intacto del juicio de la historia. ¿Existe --de derecha o de izquierda-- algún dictador o tirano que haya sido absuelto por la historia? No. Fidel Castro no será la excepción.

Obviamente los dictadores nunca dejan un legado político positivo, pero tratan de enmascarar su acción dejando un legado económico, como el venezolano Marcos Pérez Jiménez, que dejó notables obras públicas, o el cubano Fulgencio Batista en los años 50 del pasado siglo, la llamada década de oro cubana. Y está el caso de Augusto Pinochet, que en medio de tantos crímenes implantó un modelo económico que puso a Chile entre los primeros países de América Latina. Además de aceptar el pulso democrático que puso fin a su dictadura, permitiendo un genuino plebiscito sobre su continuación en el poder, sin imponer sucesores.

Supongamos que el lector desee ser un abogado en este análisis del papel de Fidel Castro. ¿Cuáles serán sus alegatos de defensa? Es extremadamente difícil. Aun habiendo gozado Fidel Castro del privilegio de poseer una personalidad carismática, mucha energía y una excelente habilidad para vender sueños, no hay en su legado resultados positivos tangibles. Todos esperan ansiosos su velorio para enterrar también sus caprichos y ``su vieja carpintería'' de fastidiar al cubano. No se extrañará nada, porque los siquiatras y psicólogos recomiendan siempre olvidar los feos momentos de la vida.

Los cubanos se conformarían sólo con regresar a tener las calles, los edificios y las casas de Cuba como en 1959. Hoy nuestros pueblos y ciudades están destruidos. Ayer los habaneros y los orientales se celaban de manera sana, hoy se odian por la invasión de policías orientales a La Habana por desconfiar de los capitalinos. En salud pública, con excepción del hospital Hermanos Almejeiras, edificio que ya estaba construido para ser el Banco Nacional, todos los hospitales y clínicas de la capital existían antes de 1959. Se puede admitir que se llevó la atención médica a todos los rincones, pero se ha pagado un precio político-social muy caro. Además, el deterioro del sector después del fin del subsidio soviético descubre que el sistema de salud de Fidel Castro era artificial y mantenido. Y el último crimen de infelices en el hospital siquiátrico de La Habana ha sido la lápida de todo su sistema de salud. Su sistema de educación, con textos y clases diarias convertidas en seminarios políticos, sin permitirles escoger carreras y requiriendo avales ideológicos, también es devastador. Han sido escuelas de fidelismo. Paradójicamente, somos hoy el pueblo de América Latina menos nacionalista y apegado a su patria. La mayoría quiere irse y a los que se quedan no les interesa nada. Somos un pueblo enfermo de enajenación.

El legado de Fidel Castro es negativo. Si su propósito era quedar marcado en la historia, lo logró, pero no de manera ejemplar. Disfrutó las mieles del poder de manera permanente, se endiosó, se autonombró propietario absoluto de Cuba y ahora tendrá que sufrir la sanción permanente de la historia y de su pueblo. Prometió a Cuba un paraíso y deja un infierno.

Miami, FL., USA
Oscarpena.CUBA@att.net

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