jueves, 27 de mayo de 2010

UN PALADAR EN CUBA


SOÑADORES NO DELINCUENTES
Lic. Amelia M. Doval
dovalamela@yahoo.com


Los países se catalogan según su desarrollo, los gobiernos por los logros en beneficio de los pueblos, los pueblos por la solvencia de su economía, ésta por la cifra del producto interno bruto que es, en otras palabras el resultado de una acertada dirección en función de agrupar todos los mecanismos socioeconómicos y políticos de un país para alcanzar altas cifras de desarrollo. Los gobiernos no están para abastecerse de la miseria de sus electores sino para comprometerse con desarrollar los parámetros de existencia, elevar el nivel de vida, crear una infraestructura propia que deje un camino abierto para un mejor futuro porque la vida es una cadena interminable con eslabones que se interrelacionan.

Un país libre es un estado donde sus ciudadanos respiran democracia, salud y estabilidad mental. Lo contrario es una dictadura, un gobierno que sojuzga la mente y encarcela el alma por el único delito de aprender a pensar. Los pobres de raciocinio que llegan a ocupar cargos se esmeran en demostrar una sabiduría inexistente. Hombre sabio es el capaz de crear grandeza a través de sus logros, dejando al mundo un legado de obras maravillosas. Esos son hombres majestuosos por naturaleza. Cuba, una isla pequeña que ha traído al mundo seres increíbles, con demostrada sabiduría y una gallardía de héroes hoy, después de cincuenta años de abominable dirección llevando la burka como traje para ocultar su verdad, se le ha rodado el velo y el mundo comienza a mirar hacia dentro.

Una sociedad que se desvanece porque no sabe sostenerse por impulso propio ha intentado dar la imagen de solvencia económica cuando sus niveles de vida están por debajo de lo necesario para vivir. Un grupo de opositores lanza a luz pública La Carta de nuevo país, que proclama el derecho a la propiedad privada y es que siendo un país socialista según lo expuesto no existe la posibilidad de que el pueblo tenga creatividad económica dejando solo al estado lo que realmente deben controlar los gobiernos.

Hace algunos años para dar la imagen de avance político se vendió una apertura que no ha dejado de funcionar por más que le han apretado las clavijas porque el estado del yunque y el martillo no conoce otra manera de dirección que la destrucción. Para algunos el deseo de un pequeño negocio los hizo esmerarse y asumir la tarea. Estos supuestos empresarios del sueño comenzaron a rendirle obligado tributo mercantil a una organización estatal cuya única función es ahogar el impulso para que no existan ganadores sino solamente corredores de fondos, la llamada ONAT (Organización Nacional de Arrendamiento Tributario), únicos con la facultad de dar o retirar la licencia para ofrecer el servicio.

Hasta este punto todo funciona como en cualquier país del mundo, la decepción está en los métodos. Las irregularidades son arbitrarias, la recaudación de fondos por el gobierno es un manera indiscriminada y sustanciosa de obtener ganancias sin inversiones y sobre todo sin reportar la utilidad que revierten en función de la comunidad. Una ¨´paladar¨´, incongruente versión de restaurant, hostal, fonda o las conocidas cafeterías ganan en prestigio comparado con el servicio estatal porque calidad y buen trato son sus cartas de triunfos. Esta es la imagen externa la interna es una batalla constante entre verdad y delito.

Un país como Cuba la fina línea entre ambos significados es violada con facilidad. La ONAT, tiene sus inspectores, necesitados ciudadanos del deber que tienen el precio de la corrupción. Doce comensales son el máximo de capacidad permitido en una de estos restaurantes, detectar 13 ó 14 puede terminar en una transacción a favor del estado con una multa de 1500 pesos cubanos (cambio está 24 pesos por un cuc), saltar este muro puede significar un trato de eterna ilegalidad comprometida con una deuda de por vida al inspector garantizando para ambos lados una tranquilidad momentánea, traducida en una cuota mensual a pagar por el dueño que puede ascender a los 200 CUC y la posibilidad de consumo familiar en una mesa libre de gastos para el inspector.

Lo contrario sería una exagerada inspección a refrigeradores, neveras, vales, todo lo relacionado con la actividad de compra-venta y cualquier inexactitud provocaría el cierre del local. Solo quedan las más acaudaladas, las que pueden negociar porque el resto han sido cerradas, los motivos saltan a la vista. El negocio próspero incluye que se le paguen a las jineteras (prostitutas cubanas) 5 CUC (moneda de cambio), por cada cliente que llevan, el taxista recibe la misma cantidad y todo sale del bolsillo del turistas porque el menú varía según las comisiones a pagar, pero estos terminan complacidos, buen servicio, buena comida, excelente compañía, máxima seguridad y han compartido con el pueblo a un precio estable.

Los demás cuentapropistas (así se les conoce a esta capa de mágicos empresarios) no están exonerados de culpas, un vendedor de maní con una licencia válida solamente para el municipio de residencia, traspasar las fronteras puede implicar una multa. Estos son visitados cada mes por un inspector que revisa los papeles que demuestren la compra de la sal en una tienda recaudadora de divisas(la del suministro de la bodega no es válida en estos casos), deben mostrar los utensilios que usan para tostar el maní, así como la constancia de la compra del papel, en la conocida tienda, donde se envuelven los granos.

Un carpintero, no es permitido como tal sino como reparador de muebles, las inspecciones pueden ser a los desperdicios de madera y al aserrín porque no está autorizado manipular madera nueva. Para los empresarios del pueblo no existe ningún beneficio, sus logros son muchos, el esfuerzo comparado al de cualquier creador de pequeñas empresas en mundo entero. Sanciones muchas, aunque su aporte a la sociedad es grande pues no están pidiendo nada a cambio de su diario batallar sino que les permitan trabajar en paz y producir honradamente. Catalogar al cubano que se enfrenta a esta guerra diaria como vago, estafador o ladrón, es no conocer la sensibilidad de un pueblo que aún contra viento y marea se empeña en vivir como cualquier ciudadano libre del mundo. Estos son seres humanos que producen con el riesgo del delito y la valentía del soñador.

Miami, Fl., USA
05-27-2010

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