jueves, 7 de enero de 2010

CUBA, UNA HERIDA EN EL RECUERDO


La caricia suave que nos ha traido el nuevo año en Miami, pesadumbre de quienes no gustan de los gélidos vientos viene acompañada de posibles predicciones que nos hacen pensar en una Cuba diferente y justo ante esa incertidumbre de una realidad que pudiera estar al alcance de la mano, más por los años de espera que por el azar, he quedado muda y sin respuesta porque haciendo un recuento me pregunto, sin escándalo y sin rabietas, quién nos va a pagar a tantos cubanos estos años perdidos, estos años ajenos. Amanecer cada mañana en mi Miami, la tierra de adopción de mi hija, es un evento riguroso pues cada nuevo día es un logro en la agenda de quienes dejaron detrás su tierra para asumir un nuevo reto en la vida, aunque las ansías de encarar los nuevos tiempos nos dotan de energias ininmaginables, nunca borramos del todo el recuerdo de los años pasados y esos son nuestros recuerdos, los que nada ni nadie puede quitar porque han sido horas transcurridas, vividas.

Nacer con los Castros en el poder te roba la posibilidad de elegir porque no existe área de comparación entre el antes y el después, siempre será un después. Constantemente nos queda la duda de un camino sin salida, una esperanza trunca, un baile sin descanso pues aprendimos a amar a una patria inamovible, estancada en lo paupérrimo. La Habana es una capital de provincia si la miramos con el ojo de estos 50 años donde el mundo se ha volcado en buscar nuevas vías de crecimiento y solamente las naciones con erróneos presidentes se atreven a desmantelar sociedades en desarrollo para hacerlas parecer almacenes abandonados. La inercia mental de los pueblos que nos hemos dejado mal-gobernar, es un punto de apoyo que mueve al poder a personalidades débiles mentales con delirium de grandeza y el único propósito es subyugar a otros humanos robándoles el alma a través de chuparles día a día la mente con el pensamiento derrotista de que la vida no tiene más salida que el sacrificio de no poseer, en bien de un futuro que no se sabe nunca cuando llegará. La Habana, la supuesta cara de una Cuba que fenece, esta manchada del óxido que corroe las entrañas. Parece que sus ya antañas construcciones han sido atacadas por legiones de animales hambrientos que degustan con placer las calizas piedras que sostienen los heroícos edificios negados a dejarse vencer por el apetito de unos y la apatía de otros.

El viento y el mar se roban grano a grano de polvo la amalgama que durante años hicieron la fachada de unas viviendas que hoy solo conservan de su idea primaria la necesidad imperiosa de los seres humanos de sentir que alguna pared sólida los protege, porque en su interior apenas existen las condiciones necesarias para ser ocupadas como hogar, los baños por falta de herrajes o de agua son adornos malolientes o recipientes que acumulan la podedumbre como prueba irrefutable del uso que alguna vez se les dio, las cocinas, el área de mayor dolor dentro de los derrumbes ocupacionales, donde cucarachas y otros insectos o los implacables roederos hacen de ese espacio un centro de encuentro para disputarse junto a los humanos la posible comida que esté cerca del alcance de sus patas. Pareciera que hemos abierto un libro de horror que describe el abandono de un viejo castillo medieval pero no, estamos hablando de una casa común y corriente de la Habana, no donde hay barrios pobres o favelas, sino en el centro de una ciudad que fue refugio de artistas y magnates, despilfarradores de fortunas y hoy es el antro perdido donde cazadores de sexo se apresuran por ser los primeros en llevarse a la cama a hombres y mujeres nacidos bajo el calor del sol, pues su fama de buenos amantes trasciende fronteras y es que solo quedan dos cosas en Cuba que nadie te puede robar, tus conocimientos y la libertad del sexo que el condicionamiento humano hace distinción sobre los nacidos en las islas. La despreocupación con la que se acepta tal desgracia es típica de las personalidades que no tienen definido un punto en el horizonte. En Cuba se vive la incondicionalidad del presente, el pasado es borrado y el futuro no es tema de preocupación.

Por ser cubana, por ser habanera, me queda la frustación de saber que no hay ninguna compensación para los que sentimos correr por las arterias el odio o la incertidumbre, en apretujada masa cubierta de amor y desenfado aparente. Quién nos va a dar la compensación de los años perdidos mientras esperábamos en el limítrofe asiento de la nostalgia por un algo mejor, ese malecón que se vanagloria de ser el hombro que cobija a los amantes, a los abandonados, los nostágicos, los románticos, los soñadores y a los que lloran con lágrimas de deseo la pesadrumbre de un sistema politico que tiene la peculiaridad de arrasar con todo lo bello, lo propiamente humano, sabemos que desde nacer hasta morir es un dilema a resolver en el espiral carcelario donde crecimos, a pesar del sufrimiento que puede causar es mejor alegrarse de no estar allí pues al menos nos queda la compensación que el cuerpo no será un instrumento para que los sicarios lo usen en beneficio de su egolatría, quizás nuestra nostalgia le sirva como muestra de sus éxitos y nos usen como proveedores de sus arcas pero, en el fondo rugen de rabia porque un preso ha escapado de sus rejas, hoy nos sentimos como herederos del Conde de Montecristi, luchadores incansables pero no esperamos compensación.

Deseo como única venganza que una vez desaparecido el régimen se reconstruya sobre sus despojos una ciudad envidiable, deseo a nivel personal que mi Habana sea en el futuro una de las ciudades más iluminadas del mundo, que mi Cuba se destaque a nivel internacional porque sus hijos dediquen su intelecto en bien del desarrollo para sentarnos a la mesa como vencedores, solo de esta manera los actuales gobernantes se retorcerán de dolor, de envidia, y su poder dejará de estar como espada de Damocles sobre un pueblo que no tiene más opción que callar. Al final del día concluyo pensando que no deseo compensación, mas bien quiero compensar con mis esfuerzos a una población que, no por sumisa sino por carente, ha dejado de pensar con mente de humano para actuar con voluntad de cordero, por eso si llega el final allí estaré de la manera que mejor pueda aportando mi voluntad para contribuir a la venganza que sí voy a disfrutar.

Amelia M. Doval
01/06/10

1 comentario:

  1. Buenisimo este articulo aunque note conosca te mando feisitaciones...Ernesto

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