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miércoles, 13 de abril de 2011
DE KIRKLAND NO SE ENCUENTRA HUELLA NI EN "LOS CENTROS ESPIRITUALES"
¿QUÉ LE PASÓ A JAMES KIRKLAND EN EL MGM GRAND?
Por Andrés Pascual
Parece que el precio que le puso a su derrota Erik Morales dejó exhaustos y sin tino a los cronistas que estuvieron elevando a la categoría de súper promesa, durante casi un año, al tejano James Kirkland.
Nadie sabe por qué, cuando un ex convicto se integra al boxeo y gana un par de peleas, se comienza a tejer un puente entre la ficción y la realidad que, a la luz de los acontecimientos y a través del tiempo, ha demostrado ser un fraude más para la débil y manipulada imaginación popular.
Es que las historias de la prisión, de ese mundo bajo a merced de los malos instintos y de las pasiones enfermizas, le resultan a mucha gente entretenidas e interesantes.
Las traiciones, las violaciones, el crimen en el presidio, de la forma como lo muestra Hollywood, edulcorado, con héroes y villanos que luchan por una justicia que no existe, también proyectan un tipo de valor heroico que todavía existe menos. Lo que sí es verdad que la prisión no enseña, sino malforma, puede corromper y será una pesadilla eterna para quienes tuvimos la mala suerte de vivirla como presos, aunque, en mi caso, en condición política.
Parte de la historia negra del presido es el concepto exagerado del valor personal, a través del cumplimiento de estrictos códigos de moral interior. Allí dentro, entre reos comunes, los verdaderos códigos del hombre escasean más que un vaso de agua en el Sahara. Pero mucha gente cree, cuando tiene enfrente a un delincuente que vivió para lo que nadie puede nombrar ni heroico ni hazaña, que está ante “un guapo” que puede comerse “el azúcar sin masticar”, o que “come candela y defeca ceniza”. Así ha sido siempre…
Con James Kirkland agotaron todos los epítetos posibles para elevarlo a una categoría que, aparentemente, no tiene. Un apodo, The Mandingo Warrior, debería acompañar el nombre; porque, casi siempre, reafirman el monstruo de oficina avalado por su ferocidad y la clase que los intereses tras el pugilista necesitan para llenar el foro.
La fórmula ganadora “ex convicto”, apoyada con “se abre camino a pasos agigantados en la sociedad, a través del viril deporte, para poder condonar su deuda comunitaria”, no puede faltar…
Y Kirkland , de 27 años, 5’9 de estatura y 70’ de alcance, que alimentó el vaticinio sobre su estelaridad al alcanzar la categoría de invicto en 27 peleas, todas ganadas y 24 de ellas antes del límite, lo que dice a las claras por qué tiene un extraordinario 85.7 de promedio de nocaos; el pasado día 9, como undercard a 8 rounds en el programa que contó en el starbout con el combate Maidana-Morales, en el MGM Grand de Las Vegas, enfrentó al japonés Nobuhiro Ishida, de 35 años, 6’1 y 72 ½ de alcance en pelea especial de peso medio.
La diferencia en estatura y alcance entre Kirkland e Ishida es notable, pero el récord del nipón, si bien no es mediocre, tampoco es nada del otro mundo con 23 ganadas, 6 perdidas y 2 tablas y, ahora viene lo peor, solo 8 recetas de cloroformo expedidas para un pésimo 25.8 de efectividad como pegador.
Entonces ocurrió lo que casi nadie, como con la demostración de Erik Morales en la estelar, ni supusimos: en el mismo primer asalto, el asiático tiró 3 veces al norteamericano y venció por nocao al 1:52 de la pelea.
¿Qué pasó allí? ¿Cómo fue posible que un boxeador que solo transita el nivel de regular, haya noqueado a un rival de mucho mejor récord y más condiciones, sin darle tiempo ni a pensar en tirar el jab que inaugurara el pleito?
Son los detalles escondidos del deporte, las sorpresas que hay en la Feria del Músculo, que echan por el suelo cualquier creencia en los sabios de galería o en los agoreros de la conclusión obligatoria.
Las peleas que terminan por fuera de combate en el primero, no son una medida creíble para razonar en la superioridad de un peleador ante otro, como no exista una diferencia entre superestrella contra “de regular a montonero”: en cuestión de segundos, un error ilógico, un desbalance, un yerro en el cálculo de movimientos y entrará el golpe contrario que horizontalizará.
Lo que debe quedar claro es que Ishida no es superior a Kirkland por esa victoria; que “debajo de cualquier piedra hay un sapo” y que para que un peleador sea bueno, no tiene que haber estado preso ni retratarse con cara de malo, como si quisiera comerse al contrario con los ojos.
Todo ese cúmulo de adjetivos empleados para elevar al pugilista durante casi año, desembocó, ayudado por la gran demostración de valor y sacrificio de Erik Morales contra Maidana, a que en casi ningún sitio se encuentren ni dos palabras sobre la derrota y su consecuencia en el futuro de James Kirkland. Así es la prensa cuando la hacen quedar mal dos veces, como el sábado pasado.
Miami, FL., USA
04/13/2011
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