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jueves, 17 de marzo de 2011
EL CASO BARAHONA ESTREMECIO A NUESTRA COMUNIDAD
LA VERDADERA FAMILIA NO ES UN DEPARTAMENTO ESTATAL
Amelia M. Doval
El Departamento de Niños y Familias, del Estado de la Florida, siente el peso de las miradas que lo culpan por negligente y evasivo. El objetivo de este sistema es ´´promover la seguridad, permanencia y bienestar de los niños, conjuntamente con la familia´´. Los errores han sido múltiples porque el compromiso social no fue cumplido. El conocido caso de los Barahona ha destapado el corcho de la botella y el ruido deja a todos sorprendidos. ¿Cuántos casos similares a este han sido ocultados o no atendidos?
Sin menospreciar el peso litigante de las culpas, es interesante analizar los valores reportados por este Departamento que ascienden a miles de casos denunciados, fiscalizados y atendidos, culminando en la separación de los niños de su familia, extendiendo la custodia a padres adoptivos, o siendo trasladados a hogares suplementarios.
Analizando la realidad desde este ángulo queda al descubierto que la familia, la célula primaria de la sociedad está en deuda con sus hijos. La verdadera culpa es de los padres que reniegan del papel principal que les toca vivir. Ser padres es una condición de por vida, merece un respeto y una dedicación que no todos los involucrados poseen. La sociedad no debe ser responsable de actos legítimos, que se tornan en delitos cuando no se asumen con respeto las obligaciones.
El gobierno, la iglesia, la escuela, la comunidad, son suplementos de la familia, no está en sí por tanto todos debemos trabajar en función de desarrollar una educación exclusivista que no procure ocultar y asumir los errores ajenos.
El país está envuelto en una crisis, las familias necesitan ayuda y es el momento en que todas las instituciones involucradas deben promover campañas que enseñen y provoquen la responsabilidad de los padres con exigencia total. No es aprobar el aborto como método anticonceptivo, es asumir las causas y consecuencias de un embarazo no deseado.
Extraer a un niño de su medio para protegerlo, es una idea genial, pero asumir esto como obligación estatal es un error. Los padres irresponsables deben recibir su castigo. No sería correcto establecer una tabla rasa que opte, en estos momentos, por denunciar cualquier caso común de tratar de corregir una conducta inadecuada en los niños. Un verdadero padre sufre si por injusticia le arrebatan sus hijos, un mal padre siente que le alivian la carga si por cordura lo exoneran de sus hijos.
El futuro del Departamento está en juego, pero su funcionalidad es de observador y controlador, la Fiscalía debe castigar con el peso de la ley a los padres irresponsables que asumen los hijos como un negocio rentable para vivir sin trabajar. Muchas familias están conformadas por la responsabilidad que adquieren los hijos, al nacer, de sostener los caprichos de sus padres.
Una joven de 21 años con tres hijos, drogadicta y en condiciones infrahumanas de vida no puede ser juzgada con el mismo golpe de martillo que una madre trabajadora, soltera y pretendiendo controlar el desorden educativo de sus hijos con un regaño o un castigo que no traspase la fina raya considerada como abuso.
La ley debe conceder niveles de razonamiento, porque es mucho más fácil que alguien denuncie a la madre consciente por el lugar donde vive que los vecinos y compañeros de juerga de la drogadicta se preocupen por el destino de sus pequeños.
No hay que ser eminentes abogados, ni extraordinarios sicólogos, ni siguiera sociólogos de carrera para descubrir la fuente mayor de casos criminales. No hay que confiar en los padres adoptivos, ni concederles la vara mágica de la solución de los problemas a la separación inadecuada de padres e hijos. Necesitamos familias unidas e hijos educados, lo demás es empujar el corcho para dentro de la botella.
Miami, FL., USA
03/17/2011
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